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Prestige: exigimos responsabilidades



          martes, junio 29, 2004
 
No quiero conocerme mejor
No, no, no. No quiero abrir más cajones, no. No puedo. Déjame una zona indefinida, donde refugiar mi ingenuidad, donde enajenarme. Necesito ese espacio, estoy acorralado. Ten piedad. Necesitan que aguante.



   

 
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A veces caen en nuestra mano programaciones de festivales o salas. O flyers de diseño de otras ciudades, o en otros idiomas. Y decimos qué suerte. Ojalá viviéramos allí.
La lista de arriba corresponde a las actuaciones programadas por un club durante los últimos 4 años. Londres, Berlín, Barcelona?... Vigo, esto es un extracto de la página web de vademecum.

Han editado una camiseta conmemorativa: "Vademecum, 10 palmando pasta". La ocurrencia es muy oportuna. Acaba de finalizar el festival sinsal 2.0. ya van por su segunda edición. Son la misma gente que está detrás del Vade, el colectivo sinsal, y uno no acaba nunca de saber como siguen en pie. Acaban de traer a nuestra ciudad a Múm, Dominique A, Donna Regina, The No-Neck Blues Band, Dat Politics. Los medios locales les han dado la espalda por completo, el concello les ha concedido una miseria, la gente ha sido una vez más muy cómoda.

Hace dos domingos, aún con resaca de la fiesta contempopránea del sábado, mirando fascinado un concierto irrepetible, un verdadero acontecimiento, una de esas experiencias en las que uno rompe la baraja y derrumba el castillo del juicio. Una sala medio vacía, todos los espectadores sentados, ellos -la No-Neck Blues Band- casi también, tocando arrodillados, o entre el público, tirando tapas de wok al suelo, soplando cuernos y caracolas, emitiendo cacofonías y aullidos ultraterrenos, haciendo rodar bolas de caucho en ensaladeras, tocando ukeleles, samplers desvencijados. Un magno circo serio, todo lo que Godspeed y su comuna Constellation prometieron y nunca dieron. Un soplo de libertad, un hilo tenso entre la improvisación y la locura, nunca derivativo, único de principio a fin. Sin referentes, a la deriva, pero remando. Dos temas de 45 minutos pueden parecer una jam session sin pies ni cabeza, un terreno abonado para el virtuosismo y el marasmo adulto, cool de todo lo que huele a jazz. Nada de eso. Una maravilla. Dando sentido a la palabra folk, insuflando sangre al universo post, desengangrenando el rock.
Hubo un momento, digo, en que, de repente, salí fuera y me puse a ver esto con ojos de turista. Y me di cuenta de lo mucho que esta gente ha hecho por Vigo. El simple hecho de que ya sea una costumbre tener lo último, y en el momento en que se produce, en una ciudad como ésta, que nos hayamos acostumbrado a ir a conciertos como éste, o como el de Tikiman o el de Tarwater, o el de Experience es obra por entero suya. Estábamos allí, 50 ó 100 personas, viendo a unos americanos locos haciendo algo que en cualquier parte del mundo es extravagante y maravillosa. No viendo a un grupo british, de moda hace 10 años, cuando baja de caché.

A veces somos tan injustos, tan exigentes -con los demás claro. Llegará el día en que se les acaben las fuerzas y entonces el boquete en nuestra ciudad será terrible. Entonces iremos a cualquier garito, a escuchar una canción buena entre mil, o nos quedaremos en casa, y todo nos parecerá menos excitante, y nos envolverá la provincia.





          jueves, junio 24, 2004

 
El peor actor del mundo 2
Llegué a los serrano en la segunda temporada, cuando ya había explotado el boom. La primera no la ví porque coincidía con mis adoradas chicas gilmore y con el shock anafiláctico de a dos metros bajo tierra.
Cuando empecé a verla la verdad es que me reía bastante, tiene ese punto ágil y costumbrista en los diálogos que pasa por ser el mejor caudal de nuestras sitcoms, por lo demás, éticamente deplorables. Es díficil mantener el talante crítico y cult ante resines, el fiti y compañía. Hacen bien su curro. Pero el rollo juvenil es insoportable, no a los niveles de upa ?la peor escritura televisiva posible- pero baboso y moñas y prácticamente cienciaficcionesco.

Yo pensé al escuchar cantar al chico que bueno, seguramente lo hacía bien en la serie y el disco explotaba el tirón. Al poco de verlo te das cuenta que no, que en ese hilillo de voz entonada que tiene -entre la trampa y mikel erentxun-, en esa mirada perdida, melancólica, en esa pose de bardo desamparado, en esos rizos de lou reed adolescente reside todo su talento. Porque actuar no sabe. Y si fuera extremadamente guapo lo podría entender. No sé, yo normalmente no le pido a un actor más que quede bien en pantalla, que componga bien, la célebre transparencia, la eliminación del medio, la empatía con el espectador. Bresson elegía a sus actores exclusivamente por el físico y me parece muy sensato. En la cara está todo. Y el resto en la postura, el andar: el aura. Porque en la vida real es así, hay gente que queda bien y otra que no lo consigue. A la búsqueda de ese talento la gente consagra la vida, y eso es un pasaporte a la enajenación y al despegue de la realidad, a la más horrenda depresión.

Pues bien, fran no queda bien. Sólo tiene un gesto, una expresión -lo cual no sólo no es malo, repito, sino directamente bueno. Pero no si es de bobo. De tonto. No de tontito, de hacérserlo: de simple. Una expresión bovina. Además, casi todos los planos le toca con alejo sauras y con el colegui ese con cara de ardilla, que se lo comen con patatas. De hecho yo creo que es el que menos habla en cada capítulo. Eso sí: se le destinan minutos y minutos de miradas furtivas en los pasillos del instituto con su julieta, y no faltan tomas a cámara lenta donde se nos revela su sufrimiento, planos que reflejan su carácter bucólico, que nos llevan en volandas hasta el momento en que saca de la funda su acústica y enebra una melodía en su cuarto rodeado de literas y maderita, cenefas ornamentales sobre el gotelé y enciclopedia larousse juvenil. Ay, la cantautoría, la poesía, la sensibilidad? el refugio de los inadaptados. Para cuando un blog, fran?.



   

 
El peor actor del mundo 3
Qué cosa no debe de hacer nunca un actor? Posicionarse en la vida real, tomar más relevancia como persona que como personaje. Normalmente cuanto más se sobreexpone un intérprete a los medios, cuanto más lo conocemos, cuanto mayor es su accesibilidad menor es la credibilidad de su trabajo. Mengua su capacidad para habitar en la virtualidad, en lo inasible, en la luz química y la sábana blanca, en la linterna mágica.
Hay pocos casos que aguanten; la mayoría acaban languideciendo cuando el personaje público ahoga al actante, entonces se dedican a presentar galas, colaboran con ongs o se refugian en series de televisión laudatorias. No sé, pienso -pensaba- que Imanol Arias no es del todo mal actor, pero ya nadie puede borrar su nombre, su efigie real asfixia la del hombre que encarna. Lo percibimos como Imanol haciendo de algo.
Pero también es que los rostros que dicen muchas cosas se agotan en seguida, cuando vemos a un actor y nos llega demasiado, y nos invade, decimos: que actorazo. Pero ese trazo tan firme, tan grueso, tan lleno de vida lleva implícita la muerte. En poco tiempo sus gestos nos parecerán tics, su personalidad se llevará por delante su composición.

Luis Tosar se presentó a las últimas elecciones como parte de la candidatura tripartita de GalEusCa, en calidad de representante del BNG.
Creo que ha sido el gesto político que más me ha conmovido en mucho tiempo. Por insensato, por romántico, por idealista, por valiente, por no mesurado. Es evidente que nada tenía que ganar el actor lucense. Puede que el entorno de su profesión en Galicia sea adepto al Bloque, pero ese ya no es su campo de juego. El es bandera ahora mismo del cine estatal, la cara visible, protagonista de algunas de las apuestas más caras de la industria de Madrid. Trabaja con los directores más afamados -excepto Pedrito, espero que siga sin hacerlo- en producciones que gozan -y ahora aún más, porque la industria fílmica es sociata hasta la médula- de las mejores condiciones económicas y dotaciones financieras.

Mirémonos un momento: quién lo haría en su lugar?, quién en la cima de su ola laboral tomaría una decisión como poco de rentabilidad dudosa, de un riesgo incalculable? Somos capaces de decir no? Somos aún capaces de ser por un momento inadaptados, apocalípticos, contestatarios? Decir no a bodas, entregas de premios, especulación de poder y dinero? Decir no con nuestra ausencia, con nuestra no presencia. No avalar con nuestra silueta fotos y planos donde lo relevante es el número de afectos.

Luis, dando su cara en vallas y anuncios, ha dibujado un no en su calva, en su bigote, en sus ojos. Con su polo y su chapita de nunca máis. No es lo mismo andar las calles tras una pancarta protestando por un desastre ecológico, no es lo mismo figurar en un anuncio de una página en el país en una lista de prohombres contrarios a algo que salir retratado, gigantesco, grosero, al lado de un anagrama político, bajo unas determinadas siglas. Él lo ha hecho y adoro su gesto. Adoro que haya aún gente con la capacidad de disentir en voz alta, sin medir demasiado. Me da igual el análisis político de su acto, me trae sin cuidado los beneficios coyunturales o la instrumentalización de su efigie por parte del bloque. Lo único que importa es que, que duda cabe, algo así sólo se hace con el corazón, desde el convencimiento y las ideas. Y lo mejor de él es que va a ser capaz de seguir dando vida a otros, no va a ser Luis Tosar haciendo de algo ni siquiera después de esto. Porque es una persona normal. Y lo normal nunca se agota. Es indescifrable.





          sábado, junio 12, 2004

 
El peor actor del mundo
De pequeños veíamos los payasos de la tele. El programa en general nos aburría un poco, estábamos todo el rato esperando el final, cuando empezaban ?las aventuras?. Eran una especie de sitcoms de 20 minutos con un esquema invariable. Gabi tenía un negocio, o era el responsable de algún sitio, en fin, hacía de hombre serio. Contrataba a Miliki y Fofito, que eran profesionales de algo, para hacer algún arreglo en su negocio, instalar algún aparato, pintar, cuidar o atender el local, en fin, chapuzas varias. Una vez contratados, y explicado su quehacer, Gabi siempre tenía que irse a algún sitio, a hacer alguna gestión, dejando el lugar al cuidado de Miliki y Fofito. A su vuelta, como era de suponer, el piso estaba quemado, la tienda desvalijada o salía despavorida su clientela embadurnada de pintura de pies a cabeza, algunos con el cubo por sombrero. Gabi entraba en cólera y les perseguía con una escopeta alrededor de una mesa o de un mostrador mientras ellos corrían con sus zapatones, sujetándose el gorrito. Los alaridos de Miliki se mezclaban con la ovación de los peques dando por finalizado el programa.

Aparte de ellos, en las aventuras había toda una galería de característicos, una recua de actores secundarios con los que crecimos porque salían haciendo bulto en todos los programas. Siempre creí que eran funcionarios de Prado del Rey. Hacían de víctimas o de acompañantes de los golfos, y siempre recibían más cera que nadie. Entre ellos el más frecuente fue Fernando Chinarro. Un hombrecillo calvo, con barba blanca y semblante vinagre permanentemente indignado. Cada vez que aparecía, mi padre, que se tragaba el programa con nosotros, decía: Fernando Chinarro, el peor actor del mundo. Lo cierto es que era -y es- un intérprete horrendo, calamitoso. Intentaba poner cara de mala hostia pero era tan forzada que sólo podía uno reírse de él. Tan grandilocuente era su gestualidad, tan de vodevil chusco de fiesta de pueblo; siempre chillando más de la cuenta, sin acertar con el tono que pedía la escena.

Pasaron los años y a Chinarro se lo tragó la tierra. Nada más se supo de él. Supongo que subsistió en obras de teatro de cuarta, de las de pepe rubio y rosa valenty, o no sé, se dedicó a su jardín o se aficionó al bricolage con algún fascículo. Despotricando de los sociatas y sus nuevos protegidos. Entonces vino el indie, y con él un grupo sevillano llamado Sr. Chinarro, indiscutiblemente uno de los mejores de su generación. Sólo a una mente tan turbia, a un sentido del humor tan costumbrosurrealista como el de Antonio Luque, se le podría ocurrir recuperar al pobre Fernando.

Seguro que, pasado el instante de grandeza, de autohomenaje lloroso que experimentaría al saberlo, al pararse a escuchar un momento al grupo, la risa se le congelaría en su semblante iracundo de pacotilla. Doy por seguro que le horrorizaría.
Pero disimularía y haría algún chascarrillo al respecto cuando le preguntaran en alguna radio, en alguna tele. Y se retiraría a sus ocupaciones, a aprenderse las dos líneas que le había mendigado a arturo fernández, y cuando cayera la tarde saldría a colocar la última laja de pizarra de la fuente cascada que construía en el porche, y luego quizás cogiera papel y lápiz y pusiera pasapalabra.




          lunes, junio 07, 2004

 
Colapso
Estoy atascado y se pasa muy mal. Me han dicho no a una idea para un trabajo. Me han dicho no aunque sólo sea a una parte del trabajo pero es tan contenido y milimétrico que sin ese elemento todo se desmorona. Realmente salir de este atolladero puede ser sencillo. Bastaría con ser otro tipo de persona. Sustituir una imagen por otra no debería de ser problema. Deben de haber muchas adecuadas para esa idea. El problema es que yo siempre acabo quedándome con sólo una, y el resto no me sirve. Una vez hecho ese proceso, no veo más allá. Y ahora me obligan a hacerlo. Cuando ocurre esto me siento muy mal profesional, muy poco dúctil, escasamente resolutivo. Soy más bien obsesivo. De los que piensan que una idea sólo tiene una manera de representarse: la correcta. Supongo que en ese sentido soy poco posmoderno.

Tengo 24 horas para sacar esto adelante y ahora mismo estoy perdido. Y no debería estar escribiendo un post.




          jueves, junio 03, 2004

 
Walk
Mi agenda Moleskine comienza todos los días con las mismas anotaciones. Escribo siempre con portaminas, nunca con boli o rotulador. Con letra apresurada y algo ilegible, en mayúsculas. 7:30 DS, BIBE, BLG, DCH. Desde hace quince días he añadido una actividad más a mi rutina diaria, la que me exijo antes de ponerme a trabajar. La he llamado PRENSAWALK. Y es que he decidido andar todos los días un rato, como los viejos. Correr ya no puedo, pero andar sí. Para justificar el paseo -porque soy tan perezoso que necesito un motivo concreto para andar- el itinerario es un ida y vuelta al kiosco, a por el país. He de recordar que vivo en el campo, y que no me rodea ninguna tienda, ni de primera ni de superflua necesidad. Para todo tengo que coger el coche, lo cual ha acabado por desarrollar hasta lo inadmisible mi ya orondo vientre. Por tanto el kiosco -las cachondas, entre sus feligreses, o cachondis, entre c y yo- dista algo más de un kilómetro de mi casa. No pone kiosco ni prensa ni nada, como es costumbre en la zona, plagada de tiendas de ropa, ultramarinos y ferreterías sin letreros, como casas abiertas reconvertidas en comercios. El entorno menos propicio para engrosar la clientela de un estudio de diseño gráfico.

Todas las mañanas, cuanto antes mejor, aprovechando el fresquito y que el puto sol aún no ha asomado de entre la bruma, con el pelo mojado de la ducha, salgo rápido -incluso me cronometro. Voy rápido porque se trata de hacer -algo- de ejercicio, de oxigenar mi espalda y mis piernas y todo mi, antes de entregarme al emac y la silla giratoria diez o más horitas, repartidas entre curro y estas mis infidelidades internautas. Y también porque andar solo, por andar, sin nada que ver -soy de los que piensan que la naturaleza es nada que ver-, sin los estímulos que nuestra sociedad del deseo nos inyecta en vena y nos hace politoxicómanos, me deprime bastante. Por eso voy rápido, continuamente pensando en qué bien me está sentando esto pero a ver si acaba ya, sobre todo a la vuelta que hay una cuesta de cojones. También hay algo de ansiedad en mi paso, algo de huida, como si no quisiera que mi sombra me alcanzara. Es algo que últimamente hago sin parar, poner diques a mi mismo, no dejar que mi alma me inunde. A cambio, he abierto todas las espuertas a mis otras personalidades, las más sociales y divertidas, las más fashion y embriagadas.

Hoy acabo de llegar y de tachar esa línea de mi agenda. Descansa mucho, lo recomiendo. En estos tiempos de vasos comunicantes, donde la extrema interconexión hace que las actividades se mezclen y hagan naufragar cualquier rutina. Donde el mail, el móvil, el messenger, el sms, el teléfono hacen de los despachos ventanas transparentes al mundo, abiertas de par en par por donde se cuelan toda la polución ambiental y sonora -hay horas en las que no se estaría peor en un atasco en la Gran Vía que en tu mesa. En los que lo normal es el caos, y el trabajo multidireccional, en varias cosas a la vez, es muy gratificante, repito, tachar; tachar con saña lo que se va haciendo, porque automáticamente uno se olvida de ello, y un espacio del cerebro se libera.

Hoy, caminando, pensaba en lo de Rafa Benítez y el Liverpool. El lema de los red es You´ll never walk alone, y también su cántico: probablemente el más hermoso grito deportivo que se haya escuchado en un estadio. En las antípodas de ese estúpido y apisonador we are the champions, que ya entonan en sus victorias desde Paraguay hasta Japón, pasando por la vieja europa. Solapando a las culturas y berridos autóctonos, al folk deportivo. Nunca caminarás solo, dicen las gradas de Anfield Road, la catedral del equipo con más alma del mundo, con más liturgia y religión. Y cuando ves esas gradas proletarias -antagónicas a las pijas del Manchester-, repletas de obreros que, como dice hoy el país, tienen derecho a que se les ofrezca honestidad tras una semana entera apretando tornillos, incardinadas, hermanadas en el voceo, al borde del llanto alcohólico, te invade la misma emoción que anega el Langley School Project, ese disco con versiones de Bowie, Beach Boys, Neal Diamond o Beatles que grabó un profesor de música al coro en el gimnasio de un instituto americano de los setenta.

Luego me autoimpuse pensar en el curro, en que tengo una idea para la cual quizás le pida un favor a un amigo que recoge muestras de sonido naturales. Porque aquí las cosas suenan una barbaridad. El viento que sortea los arbustos y el bosque y la maleza que puebla los arcenes de mi camino genera a su paso crujidos y armonías que los pájaros e insectos acaban por completar. Sí, quizás, si me dejan -siempre hay alguien que te tiene que dejar en esto- le llame y hagamos algo.

Al final me concentré en mi propio sonido. Es conocida mi desastrosa forma física, el que me canso un huevo, el que mi resistencia al sufrimiento físico es cero. Por lo que mi jadeo surge, aparatoso, a los pocos metros. Y recordé en dejà vu una obra de Newcastle Lords Experience. Un día me vino con una cinta de cassette que ponía algo así como 15 minutos. Me la puso. Se trataba de un ruido algo ensordecedor, algo desagradable. Al principio, al estar tan descontextualizado, no reconocías nada. Poco a poco comenzabas a reconocer esos ruidos como indudablemente humanos, hasta discernir que aquello era una sinfonía de un esfuerzo, el murmullo agitado, marcial de una respiración, de unos pulmones, de un corazón bombeando. Alguna voz, algún sonido urbano completaban la escena -ausente, imaginada. Al acabar me explicó que se había grabado a sí mismo mientras hacía footing. Recuerdo que me gustó muchísimo; porque estaba muy bien -todavía lo pienso, aunque se hagan muchas cosas parecidas hoy en día- y por el punto de inflexión que suponía en nuestras trayectorias -efímeras- como artistas. Como productores de objetos artísticos, como hacedores de piezas aquello suponía la desaparición, pensé, qué paso se podía dar después de ese? Seguramente el que dimos. Dejarlo. Tras ser pintores, escultores e instaladores sólo te queda lo performático, donde la materialidad se diluye. Nuestro concepto leit-motiv de aquella época -hablo de más de diez años- era "lo inmaterial". Así, con el lo delante. Queríamos, literalmente, desaparecer, hacer desvanecer la obra, la pieza, reducirla a un rastro, un aura, un esqueleto, una documentación de un acto efímero. Trascendentalizar lo normal. Pero conociéndonos sabíamos que no tardaríamos en encontrar toda una academia de la performance, del acto actuado, todas unas convenciones y tendencias acerca de lo que hacer y no hacer. Por eso los dos sabíamos que en nosotros aquel paso tenía aspecto de último paso, que significaba el fin (de la primer época).

Una madre que lleva a su hijo al colegio me ha sacado del ensimismamiento. Me he propuesto saludar a todo aquel que me cruce. Como se hace en los pueblos pequeños, donde el encuentro con otro ser humano es casi un acontecimiento. Calculo los pasos, me aparto un poco para dejarles paso, la miro a los ojos; debe tener 30 como mucho, y ya tiene un niño de 6 ó 7. Ella me mira y esbozamos un "hola" tímido.
Pero quiero perseverar, a la vuelta me cruzo con una abuela que ya he visto otras veces, pasea a su perro moteado. Me gustaría ser capaz de decir "buenos días", que es lo que creo más natural, pero de momento me he de contentar con un hola furtivo. El rastro de mi tartamudez aún colea en este tipo de actos. Cuando he de presentarme, o preguntar algo a un desconocido, la hora por ejemplo, pedir en una barra, hablar al oído en una discoteca me sigo poniendo nervioso y me cuesta emitir palabra. Antes de hacerlo esgrimo toda mi galería de tics que años de complejo brutal han marcado a fuego. Me toco la nariz, me muevo espasmódicamente, carraspeo, hago eeeeeeeh antes de empezar, como sino me acordara de lo que tengo que decir.

Bueno ahora ya hace demasiado tiempo que acabó el paseo y estoy retrasando mi rutina. Me pongo a trabajar. Es que hacía tiempo que no escribía así largo, corrido y me sentía en deuda conmigo y con vosotros. Y quería contar algunas de las cosas que había pensado. No sé, quizás para fijarlas, y que no se evaporen del todo. La escritura como fósil.




          martes, junio 01, 2004

 
Sempre en el cor
You´ll never walk alone. Buena suerte, Rafa.