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          domingo, febrero 29, 2004
 
Lost in translation
Cuando salgo de ver una película bonita estéticamente, o de gente guapa, o con un final arrebatador, envolvente, mi sentido crítico se anula durante unas horas. En ese lapso intento omitir mi opinión, porque tengo una reputación y hay que cuidarla.
En cualquier caso, ver este tipo de películas con c acorta ese trance. Porque ella –que tiene sus lagunas, no os vayáis a creer- no se deja engañar por la belleza. Es flipante. Están los títulos de crédito y ya noto su mirada y ya sé que me va a decir. Yo hago como que no me doy cuenta durante unos segundos, también porque siempre me espero por ver lo de la música y todo eso. Al final me canso y salimos, ya por el pasillo sentencia: qué mala, no?. Yo le rebato cosas, le digo hay que saber situarse en el tipo de peli que estás viendo, lo que le hace más daño son las expectativas, lo de película del año y todo eso. En el coche, el embrujo de Scarlett Johanson andando en una calle atestada de gente, leds y neones bajo el feeedback de Jesus&Mary Chain se va disipando. Al dormir ya sé que se me está desplomando. Hoy, desayunando, recupero mi mala hostia y decido que no la perdono, al cadalso. Que por mucho que Sofia Coppola sea el colmo de lo chic, ex de Spike Jonze (el director de al menos dos de los clips mejores que haya visto), hay que decir que, tras el velo, no aguanta ni un asalto. Hace que Las vírgenes suicidas, una película preciosa pero con menos peso que un capítulo de Aquellos maravillosos años, y, eso sí, con una maravillosa música de Air, parezca mejor. Seguramente porque detrás había un libro, porque alguien debería decirle a Sofia que no sabe escribir, al menos al nivel en que ella quiere moverse. Filmar sí. Si su listón, si su target es el de la comedia romántica tipo Hugh Grant, Meg Ryan y Gwyneth Paltrow le sobra. Porque es más lista y más ácida. Pero sólo un poquito más. Porque la acumulación de tópicos sobre Japón –yo me sentiría ofendido-, el mismo leit-motiv de la peli hace aguas porque en japón todo el mundo –y más, a los niveles elitistas y pijos en los que se mueve la historia- sabe inglés de carrerilla, y son casi más occidentales que nosotros mismos, es sonrojante, de mirada de turista poco inquieto. Porque el perfil de la filósofa preciosa buscando su horizonte mirando la silueta de Tokyo desde la suite, yendo a los templos, vagando por los salones de videojuegos es de un moñas que tira para atrás, apoyado casi exclusivamente en la fastuosa presencia de Scarlett, el paradigma de lo deseable, por hermosa, inteligente, sensible y adinerada. Porque no exprime del todo a un Bill Murray en vena, que parece pedirle a la película un poco más, un poco más de veracidad, parece necesitar apartar el estilizamiento para acabar de atravesar la pantalla y llegarnos dentro. Con todo, su rictus, la contracción de su semblante dibuja la palabra LOST, y eso levanta cualquier escena.

No paro de pensar en que Lost in translation es como una de Isabel Coixet pero mala. No paro de pensar en lo que ella podría haber dado de sí en un envite tan suyo. Rodar los signos de la actualidad, rodearse de rostros agradables, angélicos, estilizar la vida moderna, retratar países ajenos, apoyarse en la sugestión de la música. O sea, Cosas que nunca te dije o Mi vida sin mí. Pero ella no es hija de El Padrino.





          sábado, febrero 28, 2004

 
Fragmentos para una crítica emocional (Juan Manuel Freire)
Algunos renglones de su trabajo para RDL. Muestras del tipo de crítica que alude a todo lo que de más hay en la música, a todo lo que realmente interesa. Quién quiere información? Yo sólo quiero opinión.

(..) La imagen es un hombre de mutismo incipiente, un hombre abatido, de mirada oscura, un hombre incomunicado y tranquilo dentro de su burbuja demasiado pequeña, de esa habitación que está cercada por los recuerdos. De puertas adentro medita una continuación de la vida, pero se cansa. Con su tercer largo Scott Walker parecía alojarse definitivamente en las suites de la melancolía y la depresión, escribiendo baladas de muerte para el regocijo de las almas que viven mundos paralelos, demasiado paralelos, que sólo saben hablar a través de los libros o las canciones. De la pena al vacío en un disco amenazador y mortal que, contra lo volátil, nunca perderá sangre aunque pasen cien años.

(..) “No existe nadie que vaya a cuidar de tí”, la demencial pieza titular, anulaba cualquier esperanza de salvación en la bondad de los extraños. Oldham hablaba de alguien desesperado por dar con alguna forma de redención. Todavía no la ha encontrado: oigan a Bonnie “Prince Billy. Y, que duda cabe, con su fracaso ganamos todos.

(..) “The Queen is Dead” es una obra única, una prueba fidedigna de que el pop puede cambiarnos –mejorarnos- los días, conseguir que la soledad parezca más pequeña y habilitar un escondite de empatía donde refugiarse para aplacar los golpes de lo real. Una música antídoto contra la que no dice nada sobre nuestra vida, que no entiende que el primer fin del arte es –o debería ser- la búsqueda de un mayor entendimiento de nosotros mismos, de una existencia (algo) más soportable.
Todo en él apunta, liberadoramente, a la posibilidad de una huida hacia adelante, de una música que realmente puede auxiliar, valerse de la existencia para ofrecer una opción al aburrimiento. Todo lo que se considera esencial en el pop (personalidad, literatura, canciones) se sublima en este disco. La vida y la inspiración de muchos están dentro.

(..) Pese al consciente melodrama, en “Tindersticks” la sangre llevaba al río. Pasión, amor duro, destellos pornográficos, guitarras incendiadas, frágiles pianos, cuerdas crueles y una voz implorante se alían en un sueño decadente, tan inspirador como apto para la depresión.

(..) sus relatos son tan íntimos que sabe mal propagarlos. Recomendar Stina Nordenstam es perder la exclusiva de un amor perfecto.

(..) Apenas dura treinta minutos, pero “Dyed in the wool” parece resumir todas las preguntas de la vida entera.

(..) Después de “L’enfer tiède” no queda absolutamente nada. Sin esperanza, sin opción, sin claroscuro, sin otro futuro que el de una pasión por el no futuro. Todas las disonancias posibles musican el testimonio fatal, casi insoportable, de una generación patéticamente hundida en la peor de las apatías, bajo el peso de la levedad y la inmoralidad. Las verdades duelen aún más que las mentiras. Después de escuchar este disco cuesta recuperar el aliento y seguir el día.

(..) Ser adolescente puede acabar contigo y Keren Ann, 28 años, parece que ha decidido aceptar la vida como venga. Canciones felices-tristes, que lloran de felicidad y se ríen con pena. De tanta trémula belleza sólo pueden crecer excusas para seguir viviendo.

(..) Emotional Rescue, una emotiva terapia contra el miedo de los tiempos, que remarca el motivo del disco: la salvación, aunque sólo sea de modo provisional. Con ustedes, una invitación a acariciar la vida y sentirse casi pleno.

(..) “9th&13th” es una maniobra de distracción para flotar un rato; a su lado, las tardes de domingo se pasan rápido.

(..) Por discos tan emocionados y emocionantes como éste merece la pena seguir aguantando discos malos, discos peores, días difíciles. Se camina en su interior y ya no se quiere salir para nada…

(..) El Hug&Pint es un pub ficticio, uno de esos dónde tan sólo va a para los malparados, aquéllos que no comprenden la causa y el efecto de los muchos accidente que jalonan sus relaciones. He aquí a dos hombres que hacen de la tristeza más cotidiana algo elegíaco, de la rabia más mezquina algo épico. Clásicos, por siempre jamás.

(..) y esa clase de ruido de fondo que deja sin palabra. Lo conocido no quita lo emotivo, más bien justo lo contrario.

(..) La Buena Vida se ha convertido en esa presencia tan constante y segura que cometemos el terrible error de darla por sentada, como solemos hacer (sin sentido) con la gente a quien queremos. Como esa mayúscula literatura en minúscula que mezcla depresión y paz, que divaga entre claroscuros, Álbum acaba con el sabio reconocimiento de la única certeza segura en nuestro mundo: “no lo sé”.

(..) La epopeya de Suede es historia en caja alta del pop inglés contemporáneo, himnos para todos los exiliados internos, todos los que aman con desesperación, todos los que eluden la mediocridad para huir a paisajes más intensos, aunque sean artificiales. Reivindicando el romanticismo como forma de supervivencia, dando momentos de emoción casi inaudita. Adiós, chicos. Sin rencor por dentro.

(..) Los amantes del pop sin ventanas tienen en este disco muy buenos motivos para ser felices. Tristemente felices.

(..) Henri Salvador es una inspiración para los que aspiran a conseguir una vida sin neurosis. Autodefinido como un optimista incurable, el guayanés de 86 años es una prueba convincente de que puede llegarse a la edad adulta sin sentirse desintegrado. Encantado de la vida, indiferente ante la muerte, el enamorado del amor ha compuesto un disco sencillo y corto, grande y ancho, que ayuda a pasar los días sin dar demasiadas vueltas a todo lo que nos rodea. Nada tiene porque ser tan complicado.

(..) Balago crecen hacia dentro para alegría de los adictos al rock no rocking, la electrónica no bailable y la emoción no evidente (esa que no golpea en la cara para marcharse de un salto, sino que se adhiere a la piel, se filtra dentro, se instala y te acompaña).

(..) es un torrente emocional que puede deshacer en lágrimas al hombre más seco del mundo. Escucharlo es romperse, pero también entender, si no todo, casi todo, y salir a la búsqueda de quien merece un abrazo.




          viernes, febrero 27, 2004

 
Tú nunca fuiste mi única pena
He vuelto a husmear en el polvoriento cajón de mi hermano crítico y he encontrado lo que hizo para el concierto de la gira del pasado disco de La Buena Vida, hace dos años, creo. Ayer tocaron presentando el nuevo en Vigo, no pude ir, cosas de curro. Igual voy el sábado a Santiago. Viendo unas fotos en pavochungo me he dado cuenta de todo lo que significan para mí.


La Buena Vida. 13 de octubre, Sala La Iguana, Vigo
Casi diez años ya junto a La Buena Vida. Cómo pasa el tiempo. Al principio, cuando aún nos asustaba sentir, aproximándonos con vergüenza, en secreto. Más tarde, abrazados a la vulnerabilidad sin remedio, entregándonos, abriéndoles todas las puertas, quitándonos todos los velos. Compartiendo sin reservas su estrategia de seca dulzura, comprendiendo su sencillez.

Año y medio después de su última visita se presentaban en Vigo bajo una curiosa atmósfera de consenso. Entonces defendían su “Panorama”, un disco de transición para la escena, ensombrecido por su predecesor, ciertamente maldito por todo ello. Un trabajo conceptual y complejo, de un clima más atormentado: su mejor obra hasta entonces. Un ambiente visiblemente desangelado acabó contagiando el acto. Hoy, a la luz de su “Hallelujah!” todos parecen de acuerdo. Todo parece cuajar en uno de esos momentos en que se redescubre algo, en que las cosas se ven bajo una nueva luz. Crítica y promoción se dan la mano para premiar a un grupo de los verdaderamente imprescindibles, actor secundario en una década prodigiosa plagada de pirotecnia, arribismo, falsas promesas y deserciones.

Porque La Buena Vida de hoy da motivos para la confianza. Cada vez su figura nos llega más definida, cada vez están más a gusto en su papel. Librados ya de la sombra de Le Mans -un grupo tan similar formalmente como diferente en su esencia- su silueta se agranda en el camino. Viéndolos, parece que pudieran estar así por siempre. Ejecutando su patrón de pop de cámara, de guitarras acústicas y arreglos de cuerda, parado en el tiempo, de hoy y de ayer. Con las voces de Irantzu y Mikel, distantes y simpáticos, alternándose, ribeteando historias, en equilibrio entre lo tópico y lo existencial, de amor, amistad, sensatez y vida contemplativa.
Sobrados de canciones, de las pegadizas -ya ni recurren a “En bicicleta”- y de las otras, manejando el tempo, ofrecieron una velada compacta, romántica e idealizada, sentimental.
Brazos arriba, bailes sencillos, ropa discreta, la música de la normalidad.



   

 
Cambio de idea
De joven el motivo de mi tristeza era yo mismo; ahora ya no, ahora es todo lo demás.





          martes, febrero 24, 2004

 
Energía
Esta mañana he tenido que salir zumbado al centro. Había quedado a las 10:30 y ya lo eran al salir. Medio volando, al coger la bolsa de diseñata aún he tenido tiempo de agarrar un cd. He tenido una visión: quiero empezar bien el día; y ahí encima de la mesa estaba Midnite Vultures de Beck, llamándome. He entrado en el coche, he acelerado y puesto el punto muerto, y así bajo los 6 km de la avenida aeropuerto. Lo hago siempre, porque odio el ruido de los coches y porque pareces un aeroplano, movido sólo por la inercia y el aire y el peso –también porque tengo la teoría de que así se ahorra gasolina, aunque todas las voces autorizadas me dicen que no.

He puesto el volumen a lo bestia y, de inmediato, me ha parecido que por primera vez entendía ese disco, más allá de los hitazos. Me tiro a la piscina: creo que es lo mejor que ha hecho. Me ha parecido super incomprendido; en su día, la crítica no lo tomó en serio, le pareció que estaba jugando a hacer música negra, una boutade. Beck tiene encima la losa de Odelay, un disco-raíz del que han surgido docenas de tendencias. Un disco que, quizás debido a que el collage estaba compuesto de piezas supuestamente más afines a él, a un chico blanquito, fue aupado a la condición de tótem. Y ya se sabe, después todos son discos menores. Pues de jueguecito, de pasatiempo de pijo imitando a prince nada, todo todo está en su sitio. La producción es acojonante, con un amasijo de ruidos que remiten tanto al funky como al electro, como a algo aún sin conocer.

A la vuelta, he cogido la autopista, he bajado la ventanilla del todo, me he subido el cuello del jersey y he puesto al máximo el volumen. Hay un trecho en el que, sin darte cuenta, te pones a 160. Allí, con la cara helada y el pelo enmarañado, Beck me ha hecho feliz. Ha pasado la prueba. Sólo por eso no le pongo un pero al cabrón.

Esta tarde, acordándome de todo esto, he reparado en que mi hermano gemelo, el que fue crítico del mondosonoro, había escrito algo sobre su concierto de A Coruña. Creo que le había parecido de lo mejor de su vida. He abierto su cajón y le he robado esto.


Neil Young + Beck. 12 de julio. Coliseum A Coruña
Noche de gala en el Coliseo. Más de 12.000 personas con ganas de seguir aprobando asignaturas. Varias generaciones de fans, de los fieles y de los coyunturales, testigos de un espectáculo de primer orden. De esos de emoción y reflexión.
Allí estaban Neil Young y Beck, dos arquetipos de la América que preferimos.
Neil Young es lo clásico, lo expansivo, la modernidad. Es hacer largos viajes en coche, es Kerouac, pelo largo, viento, los setenta, jeans, heroína, paz y amor.También es no afeitarse y tener personalidad, road movies, Raymond Carver, emborracharse y la utopía, el hippismo bien entendido, Byrds y Beuys. Coherencia y pelotas, evolucionar sin cambiar, poesía y rabia, sentimiento loser. Es conseguir que llevar el mismo uniforme 40 años sea independiente y digno. Sí, el todavía vive en el sueño que una vez tuvo. Pero el nuestro, a la fuerza, es algo diferente, y por ello cierta sensación out of time sobrevoló gran parte de su show, algo así como estar ante un lenguaje bien armado y sólido pero que ya no te representa. La impronta de lo clásico, la que posee un buen cuadro o película. A esa butaca de espectador nos condujo el exceso de liturgia rock del oso canadiense y sus Crazy Horse: solos de 10 minutos y finales inacabables mientras piensas en escuchar la próxima canción. Una escenografía de la furia tan acertada que merece acotación y sorpresa, imprevisibilidad. Un monumento de feedback y distorsión quizá demasiado cerrado, un sigo siendo joven algo agónico y demodé. Pero cuando asoma el tedio resurge un repertorio plagado de melodías verdaderamente imperecederas, y te revuelve su voz, ese falsete existencial congelado, y no hay más remedio que plegarse y entregarse. Desde Hey, hey, my, my hasta From Hank to Hendrix, más de tres horas de electricidad, estribillos redondos y autenticidad y de confiarse al embrujo de lo acústico, aquel que hace tiempo nos atrapó.

Beck, por su parte, es la posmodernidad. Es lo impostado, lo no original, lo antiúnico. Lo actual, por todo ello. Es el pastiche, la cita, la ironía y el background, el zapping y el mestizaje, lo fashion y lo arty, el cut and paste. Es el carmín y la ropa de mercadillo, Don Delillo, fiesta en un piso de universidad, ir sucio a un restaurante caro, cultura alta y baja. Es la gran ciudad, androginia, tiendas e introspección, lo artificial, lo efímero y lo chic.
Todas las sospechas que conforman la figura de Beck, ese extraño poso que nos deja su música, ese estar muy bien pero no acabar de creerselo, ese tono de homenaje retro de su último disco se evaporó nada más poner pie en el escenario. La palabra carisma personificada, un magnetismo arrollador, un personaje, una estrella real. Uno de los nuestros y un sex- symbol a la vez. Acompañado de una delirante banda, con sección de viento, coristas de las que bailan y un/a teclista con pantalón corto y capa de supermán, ejecutaron un desacomplejado, zumbado y tórrido ritual funk, donde casaron como un guante sus habituales guiños multirreferenciales. Sly & The Family Stone, Funkadelic y Prince revisitados, devorados y remezclados junto al grunge, el pop, el folk, la bossa, el hip hop y hasta Kraftwerk..
Party time: un pabellón bailando al son de un greatest hits atronador, con especial parada en Odelay, el disco que definió su esencia; un espectáculo engrasado, colorista y negroide por los cuatro costados que se cerró, en plena comunión, con varas fluorescentes haciendo señales en el aire, como en los aeropuertos, y con la clausura del escenario mediante cinta amarilla de la que usa la policía para los espacios siniestrados. Irrepetible.





          lunes, febrero 23, 2004

 
Felicidad
Es un viaje lejano mano con mano la felicidad
Tu mirada inocente entre la gente la felicidad
Es saber que mi sueño ya tiene dueño la felicidad

Es la playa en la noche ola de espuma que viene y que va
Es tu piel bronceada bajo la almohada la felicidad
Apagar tantas luces y hacer las paces la felicidad

Es un trago de vino por el camino la felicidad
Es vivir el cariño como los niños la felicidad
Es sentarme en tu coche volar por la noche la felicidad

Esta es nuestra canción que lleva en el aire un mensaje de amor
Tiene el sabor de verdad a felicidad
Esta es nuestra canción es como el viento, el mar y el sol
Tiene el calor de verdad la felicidad

La palabra oportuna la noche de luna y la radio en un bar
Es un salto en un charco risa de circo la felicidad
Es aquella llamada inesperada la felicidad

Es un beso en la calle y otro en el cine la felicidad
Es un paso que pasa y siempre regresa la felicidad
Es nacer con la aurora hora tras hora la felicidad

Esta es nuestra canción que lleva en el aire un mensaje de amor
Tiene el sabor de verdad a felicidad
Esta es nuestra canción es como el viento, el mar y el sol
Tiene el calor de verdad la felicidad

Esta es nuestra canción que lleva en el aire un mensaje de amor
Tiene el sabor de verdad a felicidad
Esta es nuestra canción es como el viento, el mar y el sol
Tiene el calor de verdad la felicidad



[alguna zona de mi inocencia inmanente ha decidido grabar esta canción para una recopilación. Intentaré preservarla]




          domingo, febrero 22, 2004

 
Cut your hair
Iba a llamar a esta entrada Oli&Me. Dediqué a Oli, mi peluquera, el único post que a la gente le ha dado buen rollo -lo cual realmente me encantó. Pero como padezco de titulitis, dándole vueltas me he acordado del vídeo de la canción homónima de Pavement, de su único hit. En él Steve Malkmus y el resto canturreaban uno de los más celebrados estribillos del indie sentados en un sillón de los de barbero de toda la vida.
Y me he acordado de la última fila de una clase de doctorado, hablando codo a codo con reanimator, de que iba a salir ese disco y me lo iba a pillar, y luego ya de las dos tías gallegas que habían irrumpido en clase. Para nosotros fueron una aparición, las idealizamos inmediatamente. Una alta, una pequeñita, las dos morenas, las dos con ropas diferentes, con ese algo indescriptible que denota que no son de aquí, que son de fuera. Nosotros andamos peleados, o simplemente asqueados, con el resto de la clase, y de la facultad, y sus cantos de sirena nos entraron hasta el tuétano. El resto es muy largo, pero se resume en que dejamos la facultad y yo sigo con una de ellas.

Pues bueno, la popularidad de Oli en nuestro entorno ha subido considerablemente desde entonces. A los que ya nos poníamos en sus manos se han sumado algunos más, y creo que por el momento sin queja. La verdad es que si le echara morro, quizás hasta me harían descuento, porque mi labor de comercial ha sido impagable. Primero, hace años, les diseñé, desde la agencia en la que estaba, la carta de precios y un folleto. Yo era cliente ya, pero aún no estaba Oli. Iba por ahí y no decía nada, me parecía estúpido decir “eh, yo hice eso”. Y ahora con mi campaña de captación blogera. Más bien al contrario, he temido estos meses que alguno de mis amigos se fuera de la lengua, porque no se si ella entendería determinado tono, no porque se enterara que estoy enamorado de ella, porque cuando no hay posibilidad no hay vergüenza.
Pues bien, entro y me dice hola contra (bueno ella dice mi nombre no mi alias, claro), y mientras me siento a esperar leyendo revistas pienso lo sabe, lo ha leído y no le ha molado, me ha puesto cara de palo. Luego pienso qué neurótico eres, estará agobiada. Al final me abandono al vogue, ya más tranquilo, con el corazoncito halagado pues se acuerda de mi nombre. Tras una larga espera -en la que enchufo el radar para ver por donde van los tiros y me entero que hay una cosa que se llama triquini- me dice ya te toca, me siento para que me lave el pelo, cierro los ojos y me suelta, sin preguntarme qué tal está el agua ni nada: qué, así que somos tema de conversación con los amigos, eh. Tierra trágame, me ha descubierto, me siento espía espiado. Balbuceando digo, quién te ha dicho eso? Y me dice Ra (dice tb su nombre real, of course), y yo hijoputahijoputahijoputa y yo que te dijo, y ella, nada que como venís por aquí casi todos comentáis los cortes y esas cosas. Uuuuuffff. Salvado. Recupero el resuello y le sigo el rollete con naturalidad. Sí, porque tal y tal…

Pasamos al sillón y me dice cómo lo quieres, le digo cómo siempre pero añado -porque ella, que duda cabe, es una autora- pero bueno, si se te ocurre algún pequeño cambio, algún toque. Me relajo, ya conté que es la primera vez que me ocurre. Nunca antes me entendí con un peluquero, siempre me sentí incomprendido, siempre les miraba el pelo y decía pero cómo me voy a fiar si mira el corte que lleva. Oli se ha ganado mi respeto. Hará un año que la conozco y siempre lleva el mismo corte, nada sofisticado, casi casi natural. Eso para un peluquero es casi una herejía. Todos prueban todo lo que sale, tintes, rizos, trasquilones, nosequé… ella tiene personalidad.

Charlamos sin parar como dos amigos, me va ganando la cabrona porque se acuerda de todo lo que le digo dos meses atrás, se acuerda de cosas de ra, le nombro a mis amigos y también sabe quiénes son. Sabe el nombre de c, aunque a ella le corta el pelo su compañero. Hablamos de su hijo y el mío, de métodos de educación, de medicina natural, de hablarles en gallego, me entero que tiene 37 años, que no se casó, habla de su ex sin rencor.

Acaricia mi interior por primera vez, ya la veo menos personaje, ya es para mí más real.
Me fijo en sus defectos; tiene arruguitas en los ojos, tiene los dientes un poco feos y las orejas bastante grandes. Síntomas de que la dejo de idealizar, ha cruzado mi barrera. Ahora ya me podría gustar en serio, pero sólo si yo fuera exactamente de otra manera. Porque en ese justo momento está diciendo que ella sólo ve las virtudes de las cosas, de las decisiones, nunca los riesgos, los contras. Porque en ese instante suena en el hilo musical aunque tú no lo sepas de Enrique Urquijo y Los Problemas. Porque pienso qué tipo de hombre pondría a su grupo ese nombre. Porque pienso alguien como yo.




          jueves, febrero 19, 2004

 
Ser uno mismo
Parece claro a la luz de lo anterior que hay que intentar ser uno mismo, hay que mostrarse tal cual, sin preocuparse ni por la diferencia ni por la reacción de los demás.

Parece claro que cuánto más uno mismo se es, más egoísta.
Y más atractivo.


   

 
Ser otro?
En un mail privado me dice que no me acabe de creer lo que dice en su blog, que edgar es un personaje, que no es exactamente él. Yo me los creo a los dos, a edgar y al otro, y por eso recomiendo la broma finita, uno de los sitios donde las palabras dicen cosas. Bueno por eso, y porque de una puñetera vez ha salido de su ostra y se ha decidido a poner comments. Veremos si mantiene su inclemencia consigo mismo y la agresividad con los demás.




          lunes, febrero 16, 2004

 
Nuevas sensaciones
La protagonista de una canción memorable de Los Planetas se decía asimisma: quiero probar algo nuevo, hoy no voy a ser yo. Qué pesadez, ser uno mismo. O mejor, ser cómo uno cree que debe de ser, cómo la idea de comportamiento que pensamos se espera de nosotros. En pocos momentos aflora ese yo interno, sin filtrar, salvaje. Entre otras cosas porque pensamos que es algo monstruoso. Todo lo que no hacemos, reprimimos o callamos pensamos es vergonzante e incompartible por los demás. Hay gente capaz de, en su día a día, manifestar todo lo que piensa, no dejarse cosas por hacer, decir aquello mientras se está produciendo. El resto necesita ayuda, necesita bastones, máscaras, coartadas, ficciones. Por eso existen las drogas, los hábitos, las rutinas, las adicciones. Por eso nunca desaparecerán. Porque la incomunicación nunca cesará.

Hay toda una tradición de filmes en los que, al poco, se le comunica al protagonista que tiene una enfermedad terminal; incluso, tras su insistencia, se le da una fecha aproximada de lo que le queda de vida. Tras el impacto inicial, tras el derrumbe interior, nuestro hombre experimenta una especie de liberación, y también de ansiedad y excitación, la que le da el saber el plazo de sus días. Cae en la cuenta, de repente, no de los lugares que no vio, los países que no visitó, no de lo ignoto. Recuerda punto por punto no lo que pudo haber hecho sino dejó de hacer, habiendo estado en el lugar, en el momento preciso, con la persona perfecta. Los besos que no dio, las tías que no se folló, los amigos que no tuvo y con los que acabó a cambio, las drogas que no probó, las veces que puso el freno de mano. Porque no intervino en clase, porque intentó no sobresalir, porque se dejó impresionar por tantos y no llevar él la iniciativa. Pierde el miedo, dice ya da igual, se propone hacerlo. En busca del tiempo perdido.

Yo me siento un poco así, un poco adolescente y un poco muerto. Con ganas de divertirme, de beber y perder el control; de preocuparme por mi aspecto y seguir las modas y ser snob, de mirar y ser visto, de bailar música frívola tipo tecnopop y electroclash, de llegar a casa sin saber qué hora es. Pero también conozco la forma del vacío de la mañana siguiente, la del horror vacui del porvenir, del día por delante.

¿La gente se droga para estar más viva o más muerta?


   

 
Empanadinha, c, m, l y contra en la fiesta de pavochungo y costeleta (ra y elvi)
El viernes se acabó de consumar el encuentro de la super pandi (la mía) con la mini pandi (la de ra y elvi, y esperemos que algún satélite más caiga en la red). Cenamos en su recién estrenada casa, un piso la mar de coquetón que han comprado y arreglado. Han tirado tabiques y reconvertido el espacio, y luego lo han decorado con su estilo colorista y naif. El primer contacto había sido en la fiesta inauguración de mi estudio en diciembre, un evento que va a germinar raíces y contactos impensables, sino al tiempo.

Me sentí super infravalorado porque, aparte de no haberme dicho nada en su momento, cuando era evidente que la fiesta estaba que te cagas, encima que recibo felicitaciones contadas –pocas cercanas, bueno, en la línea de mi pandi, en la que todo hay que intuirlo, nada se dice a la cara- resulta que en nuestra ausencia hicieron una votación del más popular de la fiesta y GANA RA!!. Todo por cantar horteradas a capella y hacer un par de piruetas de break dance!. Y ni una mención a mí. Les pregunto y me dicen: por mitad de la tabla, más o menos. Es acojonante. Es cómo si le dices a Lars Von Trier: que chula la peli de Björk. Cómo DE Björk, la peli es mía, cabrón. Pues eso, hala hala, la novedad: que si ra tal, que si juanjo cual, que cris parecía una estatua griega. Y ni un agradecimiento a las manos que estuvieron detrás de esos hilos, al que generó una expectativa emocionante y se convirtió en el mejor anfitrión presentando gente y sugiriendo temas comunes y derrotando a los agoreros que decían: no saldrá bien. Ay…

Y claro, toda la peña super de guay en casa de ra: que si qué chulo esto, qué es de ikea?, ésta lámpara la tengo yo, qué lleva el aliño? Un baboseo que lo flipas.
En fin, la cena fue perfecta, buenísima, el ambiente super chulo y la conversación nada tensa, al contrario, al poco parecíamos amigos de toda la vida -a esto último también ayudaron los licores ferrolanos. Elvi estaba muy guapa y en directo se me parece menos a Ainhoa la de OT, cosa que para ella es un insulto y para mí lo máximo. Ra por supuesto desenfundó la digital y nos hizo los correspondientes retratos para su chispeante fotolog.

De allí nos fuimos, tras la insistencia de L, al glinglon, desde hoy, el sitio al que hay que ir. Se puede decir de algo hoy en día que es auténtico? Pues el glinglon casi lo es. Tiene todos los atractivos posibles: un portero que franquea la puerta -siendo gratis- mientras lee ¡¡poesía!! (según L, el otro día tenía un best seller de estos con letras gigantescas). Se acerca a tí y cuando piensas que te va a pedir pasta, o la invitación, o algo, el tío, con una educación exquisita te dice: oye, cuando entréis abajo podéis cerrar la puerta?, gracias. Entras, y hay un pasillo cuesta abajo casi a oscuras al lado de una solar con un edificio derruido. Dos cosas acudieron a mi mente ebria: esto es cantidad de nueva york, es lo máximo y, a reanimator le encantaría, ojalá estuviera aquí. Abajo hay dos puertas de metal desvencijadas que parecen las del confesionario de gh. El sitio es tan feo que es de cojones, todo -suelo, paredes, techo- enlucido con cemento gris sin pulir, de este que rasca, tipo obra total. Un zulo. Una barra, cinco o seis chavalines medio hiphoperos pero amigo, pinchando Prozack, o Grado33 como se llama ahora. Es un pequeño gran mito local. Cuentan que lo pudo tener todo (hizo de los primeros discos electrónicos) pero que le tiene pavor a los escenarios, que en Benicàssim no quiso salir.Y pinchó de puta madre. Oscurísimo y ultra actual, tecno de antes del techno y rollo siniestro como el que hace él. Hasta puso Isolation, de Joy Division.

La gente fue desertando no sin antes soportar -las tías, claro- mi típico numerito de abrazarlas y decirles no os vayáis, os quiero mogollón, la última, la última, qué voy a hacer yo sin vosotras… y nada, llegaron las 4 y pico y Ra y yo más frescos que una lechuga y con mucho combustible en el depósito. Pero somos hombres casados y depusimos nuestras armas. Creo que durante la noche dije 15 veces que me daban mucha envidia sus chapitas y que yo quería seguir esa moda por que no podía ser menos que ellos. Creo que simpatizamos bastante. En fin, eso creo.




          viernes, febrero 13, 2004

 
Mi abuelo
Mi madre tiene la costumbre de, desde que estoy fuera, emancipado, mandarme periódicamente sobres-paquete con cosas. Suelen ser recortes de prensa, de noticias relacionadas con la cultura, del diario Levante, también me envía el suplemento postdata -una especie de babelia- donde escribe mi amigo mono. Luego mete todo aquello que pilla por ahí y que cree me va a gustar en plan diseño: folletos ingeniosos y esas cosas. Con ello quieren compartir e inculcarme su aversión a la era Zaplana, y supongo, que no olvide de dónde soy y no me haga del todo gallego.

Pero además es muy aficionada a rescatar cosas casi siempre de mi infancia y adolescencia –fotos, carnets de algo, agendas de teléfonos con anotaciones que no entiendo, trabajos de clase, de facultad y redacciones donde ya mostraba mi singular pedantería. Supongo que para un padre uno nunca es un hombre, uno siempre es aquello que te ocupó las horas y te quitó el sueño y viste crecer, como una planta.

En el último paquete incluyó una fotocopias sobre mi abuelo, su padre. Eran de la sentencia de amnistía -de alguna manera- de 1978, sobre la condena de mi abuelo durante la dictadura. También incluía su instancia de petición, dirigida al ayuntamiento, para que atendiera su caso. En ella expone, esquemáticamente -folio y medio-, su vida. Bueno, más bien lo que fue su vida desde el levantamiento.
Aunque en mi casa, al menos de su boca, jamás se habló del tema, las circunstancias no me eran desconocidas. Aún así me emocionó profundamente.

Someramente;
En 1929 ingresa como funcionario en el ayto.
En 1932 saca la oposición de auxiliar de arbitrios
En 1936 pasa al dpto de Intervención como Oficial (tenedor de libros)
En julio de 1937, en plena guerra, ante el llamamiento de Aviación, se alista y obtiene una plaza de mecanógrafo
En el ayto se acuerda reservarle su plaza para cuando llegara a término el conflicto
En ese momento, se presenta en su puesto y le comunican que le avisarían
En abril de 1939, por supuesto, es declarado desafecto al régimen.
A las 48 horas es detenido y llevado a prisión
Se le condena, por auxilio a la rebelión, a la pena de 6 años y 1 día.
Se le revisa y sólo cumple 3 años.
A su salida, cambia de ciudad y empieza a trabajar en una buena empresa como administrativo. A los pocos meses es despedido por su conducta política anterior.
Aquí voy a citar una de sus frases textuales “y no me extiendo en justificar las dificultades sucesivas halladas para cubrir mis necesidades familiares”

Yo sí me extenderé, completando una cronología que él aborta aquí.
En los 50, emigra a Venezuela movido por los cantos de sirena de despegue económico y libertades que llega desde allí. Son los años de la explosión del petróleo, el país se americaniza y hay verdaderamente oportunidades. Trabaja en los laboratorios Abbott y conduce un coche de marchas automático.
Permanece casi una década allí, vuelve a casa. Se muda a Madrid, buscando quizás un total anonimato, para evitar cruzarse día a día con delatores y adeptos al régimen, o a su propia familia, alguna de cual le repudia en secreto.
A fines de los setenta vuelve a Valencia.
En 1976 el gobierno entrante firma la amnistía a los funcionarios de la administración local de la República. Y se acuerda computar a los afectados todos sus derechos laborales y de seguridad social desde el año de su incorporación hasta la de su jublicación –hipotética, ya que nunca se produjo por el conflicto armado.
Él ya había sobrepasado con creces la edad de jubilación, con lo cual comenzó a percibir, a partir de 1978, su pensión equivalente a la cotización acumulada.
Vivió con pasión la avenida del PSOE en el 82, los defendió sea cual fuera su comportamiento. Tenía mucha ira acumulada, no soportaba a los triunfadores, estaba siempre a la defensiva, siempre pensó que todos pensaban en su contra. No dio un buen uso al dinero del que se vio rodeado al final de sus días. Se le fue la cabeza, quiso quizás saborear algo del hedonismo del que fue privado. Murió con demencia senil.

No recuerdo que nunca me llevara bien con él, tampoco mal. Pero era algo intratable en su maniqueísmo. Me negó todo lo que me hubiera hecho sentirme orgulloso de él, se avergonzó de una vida y un comportamiento político intachable. En cambio, nos regaló una actitud dolorosamente egoísta con su familia, con una evolución lamentable donde quizás dejó salir toda la rabia que acumuló en una vida de exilio, íntimo y social.

El día de su sentencia de absolución, remite una carta a mis padres narrándoles lo que sucedió en la sala, y acaba, pleno de orgullo, diciendo: “se me olvidaba decir que el secretario también les dijo a “los camaradas de Franco” que en el escrito del Consejo de Guerra se me condenaba por “auxilio a la rebelión” siendo que yo había permanecido fiel a la República y fue Franco quién se rebeló”

Desde aquí el homenaje que nunca me dejó darle.




          martes, febrero 10, 2004

 
Hoy mientras hacíamos la comida decíamos
Cómo nos iría la vida si viviéramos en Valencia? Mejor o peor? Muy diferente?
Mi primera respuesta sin pensar mucho sería: peor en el plano económico pero mejor en el personal. C no tendría tanto sentimiento de insularidad en su trabajo artístico, se sentiría menos un alien, tendría -algún- aliado más. Es evidente que alguna facilidad más habría encontrado. Yo en cambio me he beneficiado de la falta de competencia, que me hace parecer mejor de lo que soy.
No tendríamos tanto confort, viviríamos en un piso y no en una casa, pero probablemente estaría céntrica, por lo que andaríamos más y tendríamos el café y el periódico en la esquina. Supongo que seguiría con mis amigos actuales, los de la facultad, supongo que se habría añadido alguno y casi seguro habríamos pasado crisis de no vernos. Pero no habría conocido a los de c, y sería una pena.

Qué curioso; hace ocho años me mudé aquí dando el cambio más brusco a mi vida con la esperanza en el horizonte de una gran oportunidad para c. En cuanto a mí, me empujaron mi deseo de huida, mi afán de aventura y mi absoluta necesidad de crecer y endurecerme con experiencias adversas, lejos de mi cómodo entorno. Hoy, a mí me ha ido –aunque a paso de tortuga- razonablemente bien en el trabajo y he vivido situaciones tan duras que me han hecho crecer de una forma que indiscutiblemente no me hubiera sido posible en Valencia. A C se le esfumó -de momento- aquella posibilidad, pero a cambio tiene el trabajo más seguro del mundo. Por el camino, diga ella lo que quiera, se le contagió mi amargura y mi sentimiento fatalista de la vida.

Otro factor fundamental es el clima. A la gente débil como nosotros nos puede voltear la existencia, el ánimo de arriba a bajo. Hay algo intrínseco a la luz y el buen tiempo: cierta sensación de viento a favor, de inercia hacia adelante, de facilidad. Hay algo consustancial al gris y la lluvia: el recogimiento, la cuesta arriba. Se diría que uno no puede dejar de pensar en Galicia. Siempre hace falta. Y eso es muy jodido.


   

 
Salida de sábado de 2 parejas
Restaurante Albahaca
4x/pan/2x/quiche/hamburguesa vegetal/plato caliente/alcachofas rellenas/berenjenas rellenas/2x/cerveza 1516/cerveza biológica/agua/crema catalana/helado casero/4x/cafe/infusión

Pub Vauxhall
Vodka Eristoff/licor café/whisky ballantines

Sala Ruralita
Vodka Eristoff/oporto/whisky ballantines/whisky ballantines

L
Americana de ante marrón/camiseta naranja sinsalaudio/vaqueros levi’s sta-press/zapatos marrones sin definir

M
Parka gris semibrillo con cremalleras/ chapita con un plátano/niki negro de cuello alto ceñido negro/pantalón raya diplomática/mediacalcetín a rayas de tonos estridentes (azul, amarillos, verdes)/zapatos merceditas con hebilla

C
Cazadora vaquera adolfo dominguez/blusa jocomomola en tonos azul, verde y negro/ falda vaquera gsus/zapatos con suela de goma de semitacón ras/medias a listas.

Contra
Cazadora de pana con coderas marrón de adolfo domínguez/bufanda de lana gruesa en tonos marrones y tierras trenzada/jersey azul oscuro tb de adolfo/camiseta de sinsalaudio versión negra/pantalones levi’s/zapatillas adidas de antelina, verdes con las tres rayas naranjas.

Temas
La propia comida, cual estaba mejor/el tiempo sin verse/los blogs (el mío, el de willy y el de pavochungo)/las reacciones que han provocado en la pandi las caricaturas de south park (mosqueo de m que soluciono con bastante encanto nada más entrar, willy más raro que un perro verde, LG orgulloso, L que su pelo no era así, C que claro ella se parece tanto porque en realidad es bajita y chaparrita)/los respectivos trabajos/los goya/médem/carod rovira/ernesto alterio/candela peña/luis tosar/diego luna/cayetana/silvia fominaya/maribel verdú/la votación de los camatas del vauxhall/un mail de un enamorado de m/ la nueva compañera odiosa de m/el glinglon/recoger a empanadinha y lg de una boda en pontevedra/ willy y a están enclaustrados/ikea en a coruña/la nueva decoración del ruralita/matt elliott/enésimo cambio de vida de lg

Ánimo
Entre bueno y excelente (para los biorritmos de nuestra pandilla inmejorable)

Sensación
Ser un poco más jóvenes (no irse a sobar después de cenar, estar de pie en la barra en vez de sentados, soportar bien ruido y humo, no pensar que todo el mundo es gilipollas), ser un poco más amigos cuando nos separamos, pensar que se empatiza más cuando hay menos gente.

Despedida
Sobre las tres y pico. Contra algo borracho y feliz. Contra piensa que si hiciera esto más a menudo, si se desahogara más podría tener el carácter de antes.


   

 
Compra semanal de pareja con bebé
Alcampo
Nectar naranja 3x2/nectar auchan 3x2/la española 1l/margarina ligeresa 500/bio con frutas pack 4/danio vainilla pack 2/biscuit pack 2/yogur enriquecido con melocotón pack 2/chapatitas x3/chapatitas x3/pastel yogur limón/baguette punto c/baguette punto c/yogur con miel pack 4/ p.petit combi da /p.petit combi da/cappa fresa mull/cappa fresa mull/chocos-peso/m.golden import/banana granel/tomates cherry/pañal auchan r/n/verduras pasta/dueto




          jueves, febrero 05, 2004

 
La lasitud
En la historia del rock hay géneros, momentos, actitudes sacralizados. Casi siempre tienen que ver con el exceso, con situaciones extremas, discos que suponen una ruptura tal que son en sí mismos callejones sin salida. La Velvet, los Stooges, el punk, Suicide, Joy Division, Spacemen3, My Bloody Valentine...
Por debajo de esos hitos, de esos puñetazos en la mesa, siempre ha habido géneros menores, artistas que utilizan otras herramientas, otros modos. La contención, la modestia, el susurro, la cobardía, la normalidad. En sus mejores momentos producen obras atemporales, un hilo fino pero firme que atraviesa épocas y tendencias. Son discos algo inconscientes, desvalidos, sin las aristas suficientes para deslumbrar, para epatar con su brillo y atractivo.

La década de los setenta está atravesada por momentos así; algo mortecinos, alargados, canciones interminables, como una autopista asfaltada en dos direcciones. Son estas elegías acústicas, casi sin estribillo, con un sólo acorde de guitarra, que remiten a campos abiertos y carreteras, a viajes, apertura. También son como el canto del cisne de la ilusión de libertad, de cambio. Son documentos de una época de depresión, de drogadicción, de pérdida de ideales. No nos gritan, no hacen aspavientos, se limitan a expresarse, a otra frecuencia. De Gram Parsons a Neil Young, de Grateful Dead a Dylan y Leonard Cohen.

El slowcore -Low, Codeine-, el country alternativo -Lambchop, Wilco, Mojave3-, inclasificables como American Music Club, High Llamas, East River Pipe, Red House Painters o Spain y un largo etcétera que incluiría a cantautores como Will Oldham o Smog o a los primeros Teenage Fanclub han recogido el testigo estos últimos años. De esas músicas de baja frecuencia nerviosa, como suspendidas, como en un bucle, en un pliegue, circulares.

Hoy he empezado a escuchar un disco de Gene Clark. Se llama White Light y es de 1971. Para mí esos tres datos son mágicos, tienen la atracción de una época que siento raramente mía. Gene Clark era uno de los Byrds, un arcángel en un grupo de ángeles. Una voz y una fisonomía de tal belleza que produjo alguno de los momentos más magnéticos de la música. Probablemente nunca se volverá a hacer música tan hermosa. Cierta ingenuidad es necesaria.
Pues White Light es una de esas colecciones de canciones menores, de porche, de melancolía y cierta depresión serena. Hace años, cuando explotó el techno, me hacía gracia pensar en ir a los conciertos con una camiseta verdaderamente alternativa, demodé y contracultural. Siempre pensé en ponerme “Gene Clark”, en letra times. Me parecía que incluso podía pasar por ser una marca de ropa. También cuando me dejé melena y barba creo que quise vivir mis pequeños años setenta, mi pequeña California, mi viaje interior de Frisco a L.A. A todos recomiendo American Beauty, de Grateful Dead. Es la misma clase de sensación que transmite el mejor anuncio en muchos años, el último de BMW, el de las carreteras caleidoscópicas, de la ilusión.




          domingo, febrero 01, 2004

 
El odio
Cada vez me doy más miedo. Porque mi aversión hacia el género humano se dispara, porque no me fío de nadie, porque no quiero que me hagan más daño. No más desilusiones, no más encariñamientos, enamoramientos. No empollamientos.
Ya no soy capaz de ver buenas intenciones, sólo estrategia, interés. Nadie habla por hablar. Todo el mundo quiere algo.


   

 
El final
Hay días en los que mi asociabilidad es inaguantable, para mí mismo claro. Porque soy un buen actor y creo que nadie se da cuenta. Pero eso me destruye, todas las bombas no explotadas detonan sordamente en mis tripas, implosionan. El impacto de la detonación abre un boquete calcinado, inerme, una zona muerta desde donde se hace imposible la positividad, la evolución, el crecimiento, la alegría.

El viernes me encontraba en un acto, rodeado de conocidos, un reencuentro con gente habitual de hace años. No sólo estaba incómodo, es que era inaguantable. Los hubiera matado a todos, al puto mundo del arte entero. De repente caí en que ese ambiente no me aportaba nada. Después de quince años, me parecía imposible de sorprender. Las mismas caras, las mismas poses, las mismas obras, el mismo cinismo, el todo vale, la acrítica, el dandysmo trasnochado, la obedientísima transgresión, la mediocridad extrema. Ni siquiera válido como máscara, ni siquiera extravagante, fresco, divertido, ni siquiera frívolo. Sólo guiños a la nada más absoluta, copias de copias de copias (igual a original). O se les ha parado el reloj, o a mí se me ha adelantado. Pero el caso es que hay una desincronía absoluta. Mi relación con el arte es cada vez más complicada, terminal, vulnerable. Para mí ahora es como un largo pasillo a oscuras, parcialmente iluminado por un par de chisporroteos eléctricos, como una galaxia, a lo lejos.