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          domingo, diciembre 21, 2003
 
Anuario
Este año he sido un bocas. Me siento prisionero de muchas de las cosas que he dicho o he escrito. Más prisionero que nunca. Siento que la gente al fin me conoce. Se hace una idea exacta de mí, y eso a ratos me alegra y a ratos me aterra. También, por motivos concretos, no he sido nada cauto, he dejado aflorar toda mi compulsividad. He hablado de cosas que no debería con gente incorrecta, he envenenado el aire con afirmaciones y rumores que engordan una marea que siempre se cierne contra uno. He gastado dinero sin remordimiento por primera vez, he comprado libros y discos y ropa y cenas y parkings y móvil superfluos, me he dejado llevar. He vivido como si tuviera dinero.
Me volví loco con Dogville, Vía revolucionaria, El diario de Nacho Canut, una canción de Pavement pinchada por L en verano. Llevo desde el verano cenando sólo fruta y yogur y he adelgazado algo. He tenido incontables días de mal humor. He creído mucho en mí mismo, ahora que no sirve de nada. Este año he tenido menos ganas de vivir que nunca. He deseado con fuerza ser otra persona, tener otra vida. Ha sido un desastre. No tengo amor ni felicidad que entregar, sólo una venda negra.

Ayer celebré una fiesta, creo que resultó muy bien. Nuestro círculo ampliado, renovado. Algunas personas han aparecido en nuestras vidas. Lo mismo hasta acaban quedándose.
Hoy escribo esto y mañana me voy fuera quince días. Podrían hacernos bien, este verano no los tuvimos. Voy a no encender un ordenador en ese tiempo, voy a dejarme el móvil aquí, no voy a ver el blog. Y ahora acabaré esto y le daré a apagar equipo. Y apagaré la luz. Me acostaré. Soñaré que todo ha sido un sueño.
Feliz año, cabrones. Me desconecto. OFF.




          lunes, diciembre 15, 2003

 
El desierto crece (en dos instantáneas)
1
Fotografía del Faro de Vigo, domingo: Lois Pérez Castrillo (BNG) abroncando a María Xosé Porteiro y Ventura Pérez Mariño (PSOE). Recuerdo la historia: este sábado tomó posesión de la alcaldía de Vigo Corina Porro (PP), después de que socialistas y nacionalistas rompieran su pacto de gobierno. En dicha sesión se le criticó duramente a Lois su comportamiento autoritario y su tono iracundo cuando tomó la palabra. Ventura no dijo absolutamente nada en su turno ni en el resto del acto. Otra ocasión desaprovechada por el edil socialista para explicar qué era aquello tan bueno que iba a hacer por Vigo que no podía compartirlo con el bng, qué políticas progresistas iba a emprender que el bloque no apoyaba. Pues no, calló, y le dio dos besos a la madre de Corina (que alegría, le diría, su filliña alcaldesa). No soporto su expresión ausente y bovina en esa foto. Le delata de una manera asombrosa. Soporta el chaparrón nacionalista mientras piensa "que se calle ya este puto rojo barbudo galeguista, a quién se cree que se dirije este maestro de escuela, yo soy juez". Cómo para no exaltarse.

2
Fotografía de El País, domingo: manifestación de Basta Ya contra el plan Ibarretxe. Primeras filas, lo mejor de cada casa: Savater, Ibarrola, Rajoy, Bono, Michavila, Iturgáiz, Zapatero, Patxi López, Nicolás Redondo, Rosa Montero, Elías Querejeta...
Me hace especialmente daño lo de Elías, un ídolo para mí, el paradigma de la clase y el compromiso durante décadas. No sé, hay tanto de antinatural en compartir pancartas con cierta gente. Con algunos, no se debería ir ni a los entierros. Savater va a ser un mito, que es lo que quiere: acabará de lehendakari, o muerto. En ambos casos quedará satisfecho, seguramente. Habrá merecido todo la pena. Compartiendo lo esencial: no se puede matar a nadie, convendremos en que el resto es pura escenografía maniquea y babosada. Un filósofo haciendo el peor populismo. Alimentando ego merced a las lágrimas de los familiares de las víctimas, gente destrozada y vulnerable.
Del ETA no al plan Ibarretxe no. Qué será lo próximo? Euskera no, tal vez? Extranjeros para el Athletic de Bilbao?





          domingo, diciembre 14, 2003

 
Forever young
Viernes, mediodía. Comida de ex-compañeros de trabajo. Aunque no exactamente. En realidad el director creativo de la agencia que compartimos, dos diseñadores gráficos y el copy. Hace tres o cuatro años con una relación de jefe/subordinados. Hoy de colegas en el mismo entorno laboral. La agencia murió y hoy los roles han cambiado: el jefe es ahora freelance, tiene un estudio en su casa, como yo. El más sumiso de todos tiene su propia agencia, y el copy lo sigue siendo, pero de otra, mucho mayor. Mas los papeles en la obra son similares: el ex-jefe, por edad y carácter, sigue teniendo el mando y el respeto del resto, el sumiso sigue teniendo ese nosequé que nos lo dibuja incapaz de ser duro y dar órdenes, por muy desenvuelto que se le vea. Le delatan los mismos chistes -y parecida indefinición de estilo. Sigue siendo demasiado entrañable. El copy, el redactor, es el que menos ha cambiado de vida. Sólo ha subido de nivel económico. Básicamente hace lo mismo pero cada vez con menos margen y menor atrevimiento y romanticismo. Pero parece que, no sin amargura, se ha adaptado. Nunca le faltó mano izquierda. Y yo, bueno, sigo siendo esa extraña mezcla de indefensión y fortaleza de principios para ellos, supongo. Un idealista. Un raro. Blanco de bromas sobre mis costumbres extravagantes. Noto que pensaban que no me iba a ir tan bien, pero es normal. Yo tampoco lo pensaba. El abismo con lo que quiero sigue siendo infinito, pero desde fuera reconozco que no se me debe ver mal. Como soy bastante puta, esquivo sus interrogaciones acerca de mi trabajo, mis clientes y todo eso. Cuanto menos sepan, mejor.

Porque esto, todos lo sabemos, tiene tanto de reunión de buen rollo como de estrategia. En realidad como -casi- todas las relaciones afectivas. Bajo la apariencia de comeback, de encuentro yanqui de ex, hay una comida de trabajo camuflada. Se trata de reencontrarse, de reírse y rememorar paridas e hitos del curro, pero también de obtener información. Del resto de la mesa, y con ellos de sus círculos, y de sus enemigos, y construir con todo ello un mapa de nuestro submundo gremial, con flechas y áreas subrayadas, con zonas de peligro y campos abiertos, con terrenos yermos y futuros contactos. Al acabar, todos nos hacemos una idea de lo que gana el resto, y de si debe perseverar en su camino o escorarse un poco hacia nosedónde.

Pago una fortuna por un almuerzo hipersofisticado -para solaz de mi ex jefe, que posee todos los tics del gourmet, marea a la que sirve con mil matices, incluso hace que le calienten la copa para el coñac. Salgo a la calle. Estoy en Teis, son las seis de la tarde. Tengo que llegar muy deprisa a un par de sitios. Se me ha hecho tarde. Exprimo el viejo peugeot por unas calles ya iluminadas por la navidad. Es un barrio durísimo; marinero, industrial, con fama de politizado. Aquí nacieron por los setenta los grapo. Voy lo suficientemente borracho como para no hacer lo que estoy haciendo: no guardar precauciones ni distancias, algún zigzag. Salgo a campo abierto, ahora estoy en la autopista, me desvío a Beade. Bajo la oscuridad, estoy sofocado. Llevo la ventana bajada completamente, el aire es frío pero lo necesito. Pongo la única cinta que me queda por el coche. Suena She bangs the drums, de Stone Roses. Lo subo tanto que vibra todo, curveo, me pierdo. Me dejo llevar por la intuición embriagada. Todas las carreteras parecen iguales, todas verdes, desiertas. Voy al arcén, doy la vuelta, los árboles encierran el campo de visión. La única referencia es la ciudad, puntillista, a lo lejos. Acierto con una de las apuestas, empiezo a reconocer los lugares. Atrona Fool´s gold, los albores del dance. Llego, sigo bebido. Hago tonterías con la gente, vacilo un poco. Recojo las cosas, me marcho y me vuelvo a perder. Es de noche, me siento extrañamente extenuado y vivo.




          miércoles, diciembre 10, 2003

 
Rápido movimiento ocular
Creo que voy a comprarme la recopilación de R.E.M. Me da por el saco que les acusen de oportunistas, de poco coherentes por sacarla -y en navidades- como hacen los grupos acabados. De qué grupo, de qué target creen que hablan? Desde luego pretender que R.E.M. se rija por presupuestos underground es bastante estúpido. R.E.M. ya lleva mucho tiempo siendo una empresa, afortunadamente. Afortunadamente porque menos mal que existen empresas como ellos, como U2, como Coldplay, como ?antes- Oasis. Porque al menos tenemos un porcentaje de radiofórmula de buenas canciones. Poco más se les debe pedir. Y por supuesto no rectitud intachable. A mí desde luego es lo que menos me interesa, porque si realmente los tomara en serio y les exigiera integridad, no aguantarían ni un asalto. No quiero conocer sus obras benéficas, su buen fondo. Es más, ni siquiera necesito que me caigan bien. Sólo quiero una ración más de su pócima.

Va a ser mi pequeño homenaje. Es un grupo con el que, por edad supongo, he coincidido y me ha acompañado. En determinada época fue el grupo de mi vida -esa entelequia que más que sentir casi se fuerza-, ahora ya no, desde luego. Pero les tengo mucho cariño. Porque fueron mi primer grupo, el primero que elegí y dije: esta va a ser mi senda, mi camino. Antes había encadenado la típica caterva de innombrables (Sabinas, Dire Straits, Police, Stings, Springsteens). Creo que por entonces me zampé la célebre Historia de la música, de El País. Por cierto, daría un brazo por tenerla ahora. Allí, en uno de sus últimos capítulos, se hablaba del N.R.A. -nuevo rock americano- aquel fenómeno revisionista del roots & country rock de los setenta. Allí se hablaba de Green On Red, The Del Fuegos, The Long Ryders... y de R.E.M. Jose Mª Rey decía de ellos algo así como que se escapaban de las fuentes de las que bebían y que eran raros, y de Michael Stipe que era un enigmático letrista y espasmódico cantante. Aquello sonaba bien. La primera canción suya que escuché fue el rapeado salmódico de It?s the end of the world as we know it (and I feel fine). Recuerdo que me estaba duchando. Me impactó. Compré su disco de ese momento, Green, y bueno, sentí que debía retroceder y oír sus inicios. De una tacada fueron cayendo Murmur, Lifes rich pageant, Document. Entonces llegó la explosión R.E.M., la sobreexposición planetaria de Losing my religion. Por supuesto me sentí traicionado, con el candor de mi mitomanía adolescente. Me negué a comprar el Out of time, a pesar de encantarme todo lo que oía. Tampoco me hice con Automatic for the people, ya me lo pillaré cuando pase todo, pensaba, con mi corazoncito indie herido. Al cabo de poco tiempo mi ideas maniqueas sobre comercialidad y alternatividad se esfumaron, el armazón de apocalípticos versus integrados cayó a pedazos. Allí, entre los escombros, quedó sepultada determinada visión inocente, burguesa y elitista de la música. El cultismo. Y mucha culpa la tuvo estos dos discos de R.E.M., dos apuestas de riesgo independiente de una major por primera vez, dos dianas en el centro de millones de almas. Con el tiempo, sin duda, sus dos obras maestras.

Luego supongo que me he extremado, y su punto raro ya no me lo parece -porque lo encuentro mil veces mejorado en otros grupos-, y su pena se me queda anecdótica. Desde hace tiempo sólo les aguanto los hits, que cuando les salen son capaces de transportarte realmente a ese territorio fuera de tiempo, con un pie en los Byrds y otro en toda su descendencia.

Pero bueno, creo que esta navidad brindaré por R.EM., por Perfect Circle, Fall on me, The one I love, Shiny happy people, Drive, Everybody hurts, What´s the frequency, Kenneth?, Near wild heaven, The sidewinder sleeps tonite, Imitation of life, y por lo que nos queda por vivir.





          martes, diciembre 09, 2003

 
Indicios de arrepentimiento
Ser discreto de más... es casi peor que no serlo. Carlos Berlanga lo tenía claro. Yo también, pero es que en mi huida hacia adelante ya casi ni me detengo. Acabaré diciendo todo lo que pienso? Me soportarán entonces? No me acabaré arrepintiendo -de veras, y no solo de boquilla- de toda la porquería arrojada? Es de veras lícito, moral, ofrecer a la gente esta desesperanza? Se merecen los que me conocen, y sobre todo los que están lejos, y no me ven, esta amargura, este desconcierto? Sirve de algo esto excepto de catarsis, de eyaculación? Me gustaría que fueran capaces de distanciarse, de protegerse, de ficcionalizar un poco este diario. Porque, al fin y al cabo, yo también lo hago. Porque no sabría separar la verdad de la mentira.




          lunes, diciembre 08, 2003

 
Cumpleaños total
Este es el post número 100.


   

 
Los días de gloria
Reanimator, edgar, pedro, pablo y yo en el piso de Benimaclet de pablo, en la encrucijada de los noventa. En el tocadiscos Honey’s dead de Jesus and Mary Chain, seguramente. El bloque está cubierto de arriba abajo por andamios, lo están rehabilitando. Estamos en un quinto piso. Reanimator lanza el reto: eh, bajamos por los andamios hasta abajo. Probablemente añadió algo del tipo: a que no hay cojones. Yo no los tengo, así que me quedo junto a pablo mientras los demás abren la ventana y se descuelgan por el vacío, enganchados a la estructura de barrotes metálicos. Pablo aprovecha la ausencia del resto para hacerme alguna confidencia que no oigo. Estoy maldiciéndome por no haber dado un paso adelante y hacer esa maravillosa locura. Pablo dice: son unos críos. De eso se trataba.


   

 
Ideas previas
Ponerse frente a los discos, en cuclillas. Pensar en el receptor, en su perfil. Imaginar un concepto, un leitmotiv. Coger una pila de veinte o más. Idear una táctica, un gag, una secuencia: lento al principio, se va cogiendo, empezar con la rayada, dejar que se confíen, que están dentro de una lectura determinada y romper la tónica. Engarzar los temas según sus finales e inicios. Diseñar la carátula, imprimirla, grabar el cd.

He aquí un ritual verdaderamente enfermo: el de hacer recopilaciones de música. Para uno mismo, para alguien especial en el mejor de los casos. La semana pasada me llegó una preciosa, confeccionada por jm. Con tanto mimo, con tanta intención que me ha hecho recordar muchas cosas. A un amigo, que me dijo: grábales cintas a las chicas. Funciona. Porque así cuando no estás con ellas sigues estando. A Nick Hornby y su fundacional Alta fidelidad, el vademécum de toda biblioteca -y vida- pop, plagada de sentencias que parten de la música para conformar todo un universo reglado bajo una mística, una liturgia, unos hábitos tan obsesos y frágiles como difíciles de soportar para el entorno. Que define la vulnerabilidad masculina contemporánea con mayor precisión que cualquier tratado de sociología. Que edifica vidas sobre hitos minúsculos para el común de la sociedad, que santifica décadas y años y demoniza otros en una letanía, para nuestro gueto, apasionante.

Hace poco edgar decía aquí que no hay que fiarse de la superficie, porque es banal y engaña, no nos da datos fiables. Yo soy muy amigo de ella. De hecho vivo de ella, vivo de tener ideas preconcebidas de las cosas. De cómo deben ser. Soy un experto. Llevo un lema tatuado que dice: conocer a alguien superficialmente es conocer a alguien profundamente. Es un mecanismo, la observación. Y por supuesto un refugio. Pero cuanto más afinas, cuanto más enfocas el objetivo, cuantos más niveles de información eres capaz detectar, de datar, más te alejas de las cosas, y de la vida. Cuanto más descifrados los códigos, más inadaptado a ellos. Más cerca de la muerte.

Llevo más de un año sin leer ni una crítica de películas antes de ir a verlas. Me está yendo bien. No quiero pre-juicios. Han nublado demasiadas veces el mío. Consiguen que veas con demasiados ojos, todos yuxtapuestos, todos formando una trama tan densa que acaba desenfocando la imagen. La referencialidad; el mal del siglo. Aún no queriendo leer, te acaban llegando suficientes señales.
De una película huí especialmente, Dogville. Creo que habría que ir a ver las películas de Lars Von Trier sin referencias. Ya son lo suficientemente difíciles de calibrar como para entrar en la sala oscura con la mochila repleta de las opiniones, casi siempre grandilocuentes, que genera. El viernes la ví. Creo que es extraordinaria, su obra maestra seguramente. Formalmente es, como siempre, inigualable. Sus habituales planos nerviosos, tan cerca de los actores, junto a un escenario y una estructura brechtiana, hiperreflexiva sobre el distanciamiento del arte, de la verdad/ficción del actuar. Y el tramo final más negro sobre la condición humana que recuerde. Una carcajada helada sobre el bien y el mal, los ricos y los pobres, y sobre todo sobre el poder, sobre cómo nos transforma y nos envilece, y hace que olvidemos escrúpulos y estructuras educacionales y morales, sobre el rencor que retuerce las almas y sobre qué pasa si alguna vez se nos da la oportunidad de desarrollarlo.
Rozando la boutade, como siempre. Pero como siempre, admirablemente en el filo. Lo tengo claro: es un genio. No me extraña que se llevara mal con Björk.

Al día siguiente decidimos abortar la depresión a tiempo y nos vamos a Porto, a pasar el día. Hacía casi dos años que no ibamos. Y bueno, reencuentro de sensaciones. Bastante agradables. En una hora y pico pasamos de la ciudad más indefinida posible, Vigo, a una que sí tiene un proyecto, sí tiene una idea de qué ciudad quiere ser. De un sitio tan horrendo que sólo tiene el atractivo épico de la dureza y la hostilidad, en el que urbanismo, arquitectura y diseño rivalizan en desorden, desconcierto y feísmo a una en que cualquier grafismo, cualquier institución, cualquier tienda, cualquier edificio reciente responde a un determinado orden de cosas. No, no es Porto una ciudad plana, ni por supuesto ideal. Salvando el entusiasmo del viajero que siempre encuentra en una mueva ciudad algo mejor que en la suya, la chispa de la sorpresa que ya abandonó su día a día, el anhelo ingenuo de la huída, del empezar de nuevo en otro sitio, y no repetir errores, y ser de otra forma. Salvando eso, desde luego, es fácil detectar los mismos tics de nuestra civilización. Pero hay algo de dignidad en su casco viejo destartalado, en sus bloques de viviendas setenteros más secos y austeros que los de aquí, en sus rúas empedradas e incómodas. Hay cierta idea de borde, de extremidad, de antieuropa que me agrada muchísimo. Ese punto tan cool, tan british de los portugueses junto a un rollo africano, y brasileño, y definitivamente antiguo, decadente que me los dibuja más suyos y a la vez cosmopolitas que nosotros.
Y luego tienen a Álvaro Siza, que probablemente encarne todo lo que acabo de decir. la quintaesencia de la belleza de la contención, de la quietud, y de la tristeza. También sin dudas: otro genio. Alguien con una concepción tan extremamente idealizada de las cosas, de los volúmenes, de las luces. Alguien para el que la casa ideal es un cubo blanco, un sepulcro prácticamente debe de tener un extrañamiento del mundo real sofocante y doloroso. Estuvimos en la Fundación Serralves, de nuevo. Y bueno, hay pocas obras en el mundo que superen ciertos impactos arquitectónicos. Ante algunas escenas, tan mayúsculas, tan sobrecogedoras, el arte plástico encoge las alas y se refugia en su carácter decorativo. Hay poca posibilidad de rivalizar. Tras ver las exposiciones a paso ligero, viendo más el espacio y las grafías y el montaje desembarcamos en la biblioteca y la cafetería, algunos de sus rincones más bellos, más estilizados -más irreales. Allí, tomando un meia leite y sumergiendo nuestro predilecto bolo de arroz, viéndolo todo tan blanco, tan poético y tan noble uno se pregunta sobre el discutible beneficio anímico del goce de estas materializaciones de lo idóneo, de lo perfecto.




          miércoles, diciembre 03, 2003

 
Los violentos invisibles
Visten de traje, viven en grandes casas a las afueras o en áticos en el centro, colaboran con ongs, van a misa, nunca desfallecen, nunca paran (a pensar), mandan a sus hijos al extranjero, hablan fuerte en los restaurantes, alardean, no se retiran unos pasos para hablar con el móvil, dicen democracia y libertades, sacan partido de los problemas.

Mísero destino el de la clase sirviente. Mueren tus hijos en situaciones delictivas y encima tienes que sentirte orgulloso.

Para Jose Couso, para los muertos en Irak.

Hijos de la gran puta





          martes, diciembre 02, 2003

 
El contacto de C y JML
De vez en cuando sentimos que lo que hacemos tiene sentido, que alguien ha captado las ondas concéntricas que nuestra piedra quiso provocar. Son esos instantes en que el puzzle absurdo parece ordenarse, parece cuadrar el causa/efecto. Se recupera el aliento inicial, el porqué se hacen las cosas. Hay alguien, existe ese alguien -ilusorio, inmaterial, virtual. Aquel de nuestros desvelos. El espectador cómplice, para el que no hace falta gritar, ni hacer aspavientos, ni rebajarse. Entonces se siente que no todo está perdido.