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Prestige: exigimos responsabilidades



          miércoles, octubre 29, 2003
 

Las horas
Cada día, a ratitos, maldigo mi vida y temo mi futuro. Es todo tan irreal que ni siquiera se pueden aislar las tragedias. Pero mi vida no es mi mayor pena. Hay una persona y una familia a mi lado que no ha tenido precisamente buena suerte. Y son mejores que cualquiera de nosotros.



   

 

La geometría del amor
Se me ha atravesado el libro de John Cheever. Me cuesta un mundo acabarlo. Seguramente por ser de cuentos cortos, de relatos de 10-20 páginas. Nunca me han gustado los cuentos, o mejor, los libros de cuentos. Sólo recuerdo gratamente Catedral, de Carver. El cuento suele ser refugio del ingenio, de lo comprimido, y odio ambas cosas. Me gusta lo dilatado –racionalmente-, no me gusta saber que como faltan dos páginas se avecina el final y tiene que pasar algo. Creo que mi medida ideal son 350 páginas. Es una duración intermedia entre la novela miniatura con pretensión de rareza y el tocho novelón depositario del espíritu de las cosas. Permite la narración de una trama combinada con disgresiones y paréntesis lo suficientemente amplios para no ser anecdóticos. Cierto desarrollo de personajes y situaciones que deben contener áreas de descanso, tramos en los que no ocurra nada, incluso tediosos.
Con La geometría del amor me pasa que el primer relato –Adiós, hermano mío- es insuperable y el resto una angustiosa cuesta abajo. Espero que al final remonte. Es como colocar el single el primero en un disco. Cuando una de las partes tiene tanta singularidad el conjunto se viene abajo. Los relatos de Cheever van invariablemente de gente acomodada, urbana, con tendencia al alcoholismo y la negrura. En la mayoría de los casos –aún siendo extremadamente lúcidos, ese no es el problema- se me quedan demasiado costumbristas. En la mayoría de los casos aterra lo que provoca el ocio, el confort y el dinero.


   

 

Mi novela autobiográfica
Me doy perfecta cuenta de cómo esto va virando el rumbo. Mis primeras entradas eran voluntariamente pretenciosas, eran la columna de opinión que ningún medio me da (y que todos creemos merecemos). Temas genéricos para reflexiones universales. Dirigidos a un auditorio en penumbra, pero ilusoriamente abarrotado. Orientados hacia la provocación, el análisis y la confesión. Los dos primeros se van quedando en el camino. Ya sólo queda, ya sólo apetece narrar el día a día, pensar cada vez menos. Hacer un verdadero diario. Cada vez se distingue más el skyline del público, sus facciones, la mayoría, me son conocidas -aunque en internet nos hablemos diferente. Las otras me las imagino. Casi mejor que conocerlas. Sin casi. Hay que mantenerse como dijo alguien a salvo de grandes decepciones.

No sé hacia donde va esto. Ya no hay planes. Es lo más cercano a la improvisación de lo que soy capaz. Seguirme.





          martes, octubre 28, 2003

 

New Order
Compañeros, la revolución ha salido victoriosa... pero eso no significa que a partir de ahora todo vaya a ser más fácil. De hecho, seguramente sea más difícil.

Con este ajado y nasal documento de audio de 1959, acaba Comandante, la película-documento-entrevista que Oliver Stone hizo a Fidel Castro. En él se resume la ambivalencia del hombre protagonista de la trayectoria de Cuba desde entonces. Oliver interroga al comandante durante 30 horas. En el transcurso de varios días, él y su equipo cerca a Fidel, se mete en su despacho, bucea entre sus objetos, su ropa, talla la orografía de su icónica imagen. Le vemos en su mesa, en su coche, en sus bares y restaurantes, nos pasea por su Habana preferida, aquella universitaria, culta, racional. Donde la gente pasea sin riesgos, donde no hay delincuencia, donde se vive bien sin un duro. Pero sobre todo deslumbra su carisma, su inteligencia. Es el líder político más brillante que yo haya visto. Y es tan evidente que el director americano, tan aficionado a megalomanías e hiperprotagonismos enfunda el cuchillo dirigido a las partes más negras del castrismo (ejecuciones, homofobia, proselitismo), relaja el pulso y se dedica a escuchar a un señor con una estética trasnochada e insultante pero con un discurso que sino se tratara de Fidel no tendríamos reparos en calificar como agudo, sensato, visionario, real. Con opiniones sobre EE.UU, Rusia, el sistema actual, con visiones sobre lo que ha de venir, sobre un nuevo orden como única solución a problemas ya sin solución de una clarividencia y un sentido común que asombra, literalmente.
La película no tiene la intención de radiografiar, de ser una lupa de alta definición sobre la Cuba castrista. Acaba siendo más bien -como todo lo de Stone- un retrovisor sepia de los sesenta. Es algo que inventó él, desde luego. Ese tipo de epopeyas americanas que atraviesan décadas encadenando imágenes de archivo con los hits de la época. Luego -desde Forrest Gump hasta Cuéntame- se banalizaría hasta lo absurdo.
Pero lo imprescindible, lo inédito son los fragmentos de la charla con Castro, sus respuestas. Es evidente el maquillaje que aplica a la cara -con muchos claroscuros- de su mandato, pero bajo él uno no deja de pensar lo que este hombre, lo que la convicción y la fe que supo imprimir a un pueblo podrían haber construido si, simplemente, no se le hubieran cortado todas las salidas, sino se le hubieran bloqueado todas las arterias de su funcionamiento. La miseria de la gente de Cuba es una consecuencia lógica. No existen los milagros económicos. Aún así, estamos ante probablemente la mejor encarnación histórica de un régimen socialista. El balance es: un pueblo alfabetizado, sin castas, con acceso gratuito a educación y sanidad, con porcentajes bajísimos de violencia y penetración de drogas.

Cuando, llegando al final, se le pregunta por su sucesión, por su heredero, él dice: confío menos en los hombres que en la gente, en la asunción de un esquema de ideas por el pueblo. Me acuerdo de algo que leí a Manu Chao. Decía que si mañana el mundo hubiera de comenzar de nuevo, sino quedara nada en pie y hubiera que partir de cero, Cuba estaría en mejor disposición que otros para no repetir errores y vicios.






          lunes, octubre 27, 2003

 

El post eterno
Me gustaría un post que no acabara nunca. Que a través de los comments se mantuviera siempre vivo, que evolucionara, que sirviese para mantener una llama viva, que la gente se ocupara de irse relevando al cuidado de ese fuego. Que nos sirviera de reunión. Tratar de construir entre todos una imagen siempre en pie, un símbolo encendido, un icono de lo que significa esta minoritaria red que tejemos todos los que creemos en algo tan rematadamente romántico como los blogs.

Os propongo uno sin el permiso del autor, Verdades como puños. Creo que el tema da lo suficiente de sí.



   

 

Todas las cosas que hiciste equivocadamente
Es el título de una canción de Vitesse, del precioso disco You win again, gravity. Hay toda una subhistoria de la música que se nutre de cosas como esta, pequeños trabajos que se alejan de los focos, que voluntariamente parecen renunciar al vértigo del hype, del next big thing. Pero que acaban configurando ese tipo de poso intemporal de lo bien hecho, de lo honrado. Pequeños apuntes en una tradición a los que su propia estructura de humildad hacen trascendentes, intemporales, imperecederos. Como los discos de East River Pipe.

La desolación de Joy División, la sofisticación de Felt, la lágrima de Galaxie 500, el romanticismo de Magnetic Fields... Vitesse.




          domingo, octubre 26, 2003

 

Tour de France
Acabo esta semana con la sensación de haber atravesado los Alpes, los Pirineos, de haber subido al Tourmalet, Alpe D?Huez, de haber bajado puertos a tumba abierta, disputado incontables contrarreloj en inacabables autopistas, de haber padecido pájaras, atacado sin cabeza ni fuerzas, atracarme de avituallamiento compulsivamente para remedar tan intenso rollercoaster emocional. Pero bueno, hoy, palpando mi supervivencia convaleciente, desde la anestesia de la meta de los campos elíseos, escribo esta crónica, algo agonística, por etapas.

Vigo-Vigo (Ventura Pérez Mariño)
Empieza la semana con un temporal de trabajo en una ciudad convulsa políticamente. Salgo de él como puedo, trampeando, solucionando a base de oficio. La imagen y el dossier de una exposición, el artefinal de un libro, y la cabeza en todos los sitios y ninguno. Consigo zafarme con bastante buena cara ?bastante fingida.
Los peores presagios -expresados aquí- se quedan pequeños ante lo acontecido con el nuevo edil socialista de la ciudad, Pérez Mariño. No voy a relatar una historia tan estúpida, sólo diré que todo se resume en, como me decía anoche willy, una pataleta de niño de 5 años. Y en una nueva expresión de que en la izquierda, como en todos los sitios, también hay aristocracia. El PSOE desprende ese tufillo respecto a IU, y por supuesto BNG. Son los elegidos, los cultivados, los moderados. Los demás son extremistas, salvajes por refinar, sin charme. Y añadiré que la apariencia de laboriosidad es siempre uno de los más grandes engaños. Me acuerdo de algo de Peter Handke, de Ensayo sobre el cansancio: "y todo mi país está plagado de incansables de este tipo, de gente avisada y despierta, hasta llegar a lo que llaman las fuerzas vivas, las clases dirigentes; en lugar de formar, aunque sólo sea por un momento, el cortejo del cansancio, entra en escena de un modo insolente un tropel hormigueante de violentos y de peones que han tomado el relevo, (..) que han segregado una estirpe de gentecilla eternamente despierta como ellos, que incluso se ocupan de entrenar a sus nietos como ejército de gente que está al acecho, de tal forma que entre esta mayoría vil jamás habrá un lugar para que todas las minorías puedan reunirse en la asamblea necesaria".

Vigo-Santiago
La exposición de c allí, además de otras cosas en las que no entraré, nos hace vivir más en Santiago que en otro sitio esta semana. O más bien en una película, una road movie de 85 km, peajes, gasolineras, cargas y descargas, aparcamientos furtivos en segundas filas, multas no pagadas, montaje, decisiones de composición, situación, luces, distancias. Arty life. Pido desde este hueco púlpito perdón a c por hacer lo de siempre en la preparación de este tipo de eventos: ponerme histérico, inseguro, dudar de todo. Ocurrírseme mil nuevas soluciones u obras sobre la marcha, en el montaje, en un afán completista -por qué, cojones?- de un vacío que debe estar ahí y me da miedo, supongo. Puto diseño. Puta cobardía. Afortunadamente c, casi nunca se hace receptora de mi verborrea de supuesto ingenio, de supuesta brillantez. A mitad de montaje exploto de nervios y salgo a merendar al bar de enfrente. Allí, con el café, la prensa y el cruasán, las astillas de mi sistema nervioso, el agotamiento de su hipertensión deja paso a una calma chicha que trae implícita el recuerdo de porqué dejé de hacer exposiciones -porque no lo soporto y no me encuentro en mi elemento- y la evidencia de no haber sido, una vez más, el apoyo moral que necesita una artista. Al día siguiente, en la inauguración, bendigo la impermeabilidad de c, su cripticismo, su misterio eterno, irresoluble, su distancia. Me doy cuenta de que todo aquello, callada y discretamente, como ella, está en pie de una manera sólida, sin trucos, de que no hay que explicar nada, que quizás sigo creyendo en el arte porque la conozco. La noche se convierte en una delicia: reunión de amigos, absorción por la pandilla de otros más satélites, más circunstanciales, encantadores. S, f, p, m, m, e. Bocadillos de calamares, cerveza y vino, conversación embalada y ebria por mi parte; vida a borbotones.

Vigo Cultural
Después de un viernes hablando -después de mucho tiempo- de las referencias que nos nutrieron y nos hicieron así. Charlando con p y c en el Fame Nejra como por encantamiento el pasado se solidifica: Kiefer, Barnett Newman, Elsworth Kelly, Gary Hill, Stan Douglas, Brea, la facultad, la ilusión, la fe y el desengaño. Después, el tour emocional parece cesar y nos desplomamos en los sofás. Pepe el marismeño y el hermano de Paquirri son las últimas chispas de nuestra duermevela; luego ya es sábado. Por la noche dos citas con algo de gusto y algo de compromiso. El cuerpo nos pide descanso pero vamos. En el MARCO se inicia la residencia mensual de arte sonoro de Sinsalaudio con el vigués Durán Vázquez y el bonaerense Jorge Haro. La cosa va de audio y sonido en estado puro. Obviando tamaña pretensión, aparte de irrealizable definitivamente retro, definitivamente no representativa de nuestro mundo de hoy. Porque ¿hay algo más académico y asumido y poco conflictivo -en el sentido necesario de la palabra- que la pureza de lo abstracto?. Dejándolo, digo, de lado, disfruto bastante del buen gusto y la sensatez del chico de vigo. Cuando acaba dice un "ya" tan tímido y honesto que hace que me caiga bien. Lo de luego simplemente me pareció patético. Ridículamente pretencioso, ni siquiera es pijo o fashion. Se presenta con su acento porteño pidiéndonos silencio absoluto, apago de móviles para sentir el silencio, para presenciar la idea romántica de experiencia total, integral del sonido. Pretender estar a la altura de ese preámbulo es, aparte de una torpeza indescriptible, una empresa estúpida e inútil. Además, lo suyo no es en absoluto performativo, no hay espacio para la reflexión, no es ni siquiera aburrido. Música nada experimental y, por si había horror vacui, video clips de estos que hacen rayitas y dibujos con cada nota de sonido. Todo sonaba a software de espectros de sonido, de gráficas de frecuencias extrapolado como arte. Y que pedantería! Títulos como el fin del mundo, juegos con códigos binarios 010101 que inundan la pantalla, reloj anual a toda prisa... buf, más tópicos que en un concierto de ac/dc. Para rematar, cuando es evidente que ya ha acabado todo, el tipo se quita las gafas, se acaricia el tabique de la nariz con la cabeza baja y se abstrae cinco minutos. Cinco minutos para él, seguro, de grandeza, de asombro de la audiencia, de aura. En realidad una ampulosidad ridícula con la que se intenta sublimar un hecho artísticamente lamentable sobre todo en su pretensión. Al cabo, dice "esto ha sido todo, grasias". Salimos bufando, a la salida me encuentro a willy al que no han dejado pasar para no interrumpir la experiencia. Me había acordado de él dentro: sabe detectar este tipo de engaños y sobre todo sabe ser hiriente y sulfúrico como nadie a la salida. Se lo explico durante la cena y se descojona.
Con el último hálito de fuerzas vamos a vademecwm a ver Emak Bakia, el proyecto electrónico de los chicos de Migala. Entre el público está el argentino transgresor; lo imagino pensando "que comercial, que fácil, no como lo mío". Me río en silencio mientras empiezo ya a dormirme en brazos de las canciones agradables pero pequeñas, demasiado amateurs, y el vozarrón de Abel. Me vuelve a irritar que canten, como Migala, en inglés. No le veo ningún sentido. Curveamos por la avenida dormidos. Llegamos a la meta. El pijama es el trofeo.






          domingo, octubre 19, 2003

 

Landscape
Domingo, 14:08. De izquierda a derecha: grabadora de cd lacie, imac con post-it de c, cámara digital ricoh rdc-7, cable usb mal enrollado de la cámara, dos rosetas adsl sin usar, teléfono domo de telefónica, tarjeta de ortopedia ortho-med con post-it recordando que hay que llamarlos, trozo de papel con nombre y teléfono que no entiendo, impresión a3 catálogo de ikea de internet, (debajo) taco de post-it con anotaciones telefónicas como características de un catálogo y tipografías, agenda abierta por la página de teléfonos de la a con rotulador fluorescente encima, regla de película transparente, a5 con carnet para diseñar, impresora epson 1200 a3+, los tres cedés comprados ayer en sinsalaudio: vitesse, adult. y son of clay, retractilado de uno de ellos estrujado, tickets de precio adhesivos echos un boñigo, mosca pequeña muerta al lado de roña, cuatro tickets de báscula de farmacia peso real/peso ideal -uno por mes, en plan evolución-, tarjeta de mis padres de visita de esas de máquina automática (con móvil escrito a boli), calculadora euros, emac, bajo tolerancia de josé agustín goytisolo, tarjeta levi´s red tab, invitación exposición francesc vidal, funda cd a silver mt zion, catálogo papel habana de sarrió y embalaje manta polar todo a 100 (todo esto para elegir el papel de mi papelería corporativa), portaminas sobre teclado emac, kenny south park de goma anti stress, roña sedimentada, dos pilas de cedés alineadas en la esquina de la mesa (de 10 y 7 respectivamente, normalmente suelen ser del mismo número, para que no haya escalón y quede minimal) que son: dntel, matt elliott, yo la tengo, mika vainio, wackies sampler, anti pop consortium (2), studio one history, prefab sprout, jonathan richman, marvin gaye, compay segundo, why?, the postal service, bonnie "prince" billy, el-p, the jesus and mary chain.




          sábado, octubre 18, 2003

 

El día que volví a escribir
Siempre he escrito, al menos siempre he pensado como escritor. Es algo -junto con la pereza y la inseguridad- natural en mí. Con todos los peros que conlleva porque las cosas suelen ser mejores cuanto más inconscientes. Yo esa palabra no la conozco. Ya me gustaría ya. Pero si en algo tengo una rara confianza es en saber expresar lo que siento con palabras, con letras. No sé que pensar de una vida capaz de ser radiografiada de manera más fidedigna con renglones, interlineados, comas, puntos y aparte que con imágenes. Pero siempre ha sido así, hay una cierta sensación de verdad a la que sólo llego mediante la escritura, mía o ajena.

Paré cuando entré en Bellas Artes. Me eché un vistazo y me ví como un personaje algo trasnochado, antiguo. A mi alrededor contemplé gente con una sensibilidad diferente a la mía, visual. Con un talento ingrávido, volátil, alado. Yo me sentía como un fardo, con las alforjas llenas de un lastre inútil.
Decidí no escribir, di la espalda a la literatura que trufaba mis cosas de una manera asquerosamente pretenciosa. Durante años evité eso de analizarme, confesarme, desnudarme por escrito. Opté por la distancia, plena de referencialidad, cinismo y ambigüedad, del lenguaje del arte contemporáneo. Todos mis textos de entonces están virados hacia la estética, hacia lo ensayístico. Citas, metalenguajes, teoricismo...

Pero ese era un traje demasiado elegante para mí. Yo no soy cool, sino sentimental. Hipersentimental. Y hay una cercanía que hecho en falta en los textos estéticos. Necesito intimidad, necesito que la escritura sea como un confesionario. Donde se trate de descubrir el porqué del desorden, del absurdo.

Hace tres años fui a Oporto. Allí sentí que no podía más, que había demasiadas cosas sin expresar, demasiados años de silencio. Al volver escribí esto. Y ya no he parado.


Era el día: lluvia, cierto frío, noche. Era la ciudad: Oporto, donde la tristeza es un arte. Y era el sitio: el Coliseu, una especie de antiguo teatro con gradas circulares y palcos, con aspecto de un pasado mejor. Y la mejor música británica de siempre. La clase, la distinción, la elegancia, la energía y la decadencia de dos bandas -me niego a utilizar lo de teloneros para Arab Strap- con algo de coincidentes y mucho de personales.
Arab Strap eran los nuevos, al comenzar, se notaba en el ambiente expectación -por su "Philophobia", un disco desarmante y crudísimo- y aureola de "dificultad". Pero en directo, y sin perder su doble filo, acaban los temas con una intensidad y un feedback tan grande que las cabezas se mecían de un lado al otro. Al aire confesional de las letras de Aidan Moffatt -quien logra entenderlas dice que son la leche y tienen
pinta de serlas-, que rapeaba con cabeza baja y cerveza en mano, le sucedía un Malcolm Middleton minimalista y furioso, ejecutando tormentas noise que alargaban los temas hasta que acababan, así parecía, muriendo. Un diez.

Y después del temporal amainó y salieron los chicos de Staples. Si Arab Strap son el rock, Tindersticks son lo más parecido a una orquesta. Está tan logrado su cancionero de desamor y penas, está tan bien tocado y cantado y Stuart tiene una pose tan perfecta que a uno le gustaría adoptarlos como banda sonora de su depresión. Y el público portugués parece su target natural; como si de estrellas se tratasen -lo son, pero del indie- reconocían los primeros acordes de sus temas al instante y los coreaban como himnos, hasta sacaron sus mecheros y a los extranjeros nos pareció natural.
"Tiny Tears", "El diablo en el ojo", "City Sickness", la nueva "Can we start again?"...entre el lamento y la congoja, lo esencial y el ornamento se sucedieron con subidas y bajadas de violín que flotaron en el viejo teatro con el aroma de clásicos modernos. Un estilo de música sincero y estético, una fórmula ya reconocible -peligro- pero no agotada, una tristeza mil veces descrita pero inabarcable, un refugio -la elegancia- para los débiles.





          domingo, octubre 12, 2003

 

Perspectiva emocional
Sólo conozco una decena de personas por las que el arte tiene sentido. Casi ninguna goza de una posición privilegiada en ese mundo, ninguna vive directa y exclusivamente de él. El viernes pasé el día con una de ellas. Ya tiene edad para estar amargado -sobrepasa los 30-, ya ha visto la suficiente mierda para socavar cualquier principio o decálogo idealista. Pero, en este tipo de gente, la curiosidad es inextinguible. Hay una llama que nunca se apagará en su alma, un tirón en el estómago que les impide desfallecer -del todo-, abandonarse. No entiendo mucho de fe pero esto es algo así. Digamos que se tiene, se aplica, un prisma emocional sobre las cosas.
Pasó el rato, comenzamos a profundizar y a derribar ciertas barreras, el ángulo profesional se vino abajo y allí, a cada lado de la mesa, sólo quedaron dos amigos charlando de lo que les importa de veras. Ciertos matices, ciertos referentes, puntos de anclaje donde se apoya, marcándose como a fuego, la afinidad. El reconocimiento de un espejo.

Le llevé a la estación de tren y nos despedimos con un hasta pronto. Cogí el coche y pensé que un encuentro así con veinte años me habría trastornado. En la adolescencia, cuando te piensas único, un islote flanqueado por soledad e incomprensión, la búsqueda de la empatía devora nuestro corazón con una ansiedad irreparable. Hay zonas que quedan, para siempre, yermas. El tamiz de los poros de nuestra piel se cierra progresivamente convirtiéndose en coraza, costra.

Houllebecq dice algo así como que en nuestro tiempo la gente tiene cada vez menos contacto e incluso cuando en él se descubre una promesa de amistad, de relación profunda, hay algo que nos impide afrontarlo con sinceridad y apertura; lo normal es que en los siguientes encuentros la rutina se apodere de todo, y que aquello no prospere.
Todos tenemos en nuestra ciudad, al doblar cualquier esquina, un posible amor o amigo del alma. Un doble. Algunos hasta probablemente los conozcamos. Todos, en cualquier caso, se quedarán en tibias siluetas en el skyline de nuestra memoria, presencias agradables, cariñosas. Es el precio por no coincidir en los días del descubrimiento. Quizá en otra vida.





          martes, octubre 07, 2003

 

El mejor año de la vida
Yo le dije has pensado que este mismo año, que ha sido el peor para nosotros, ha sido el mejor para gente muy cercana a nosotros. Ella me dijo que sí lo había pensado. Luego le pregunté por cuál había sido el suyo. El 93 me contestó, rápidamente. No era la primera vez que me lo decía. Lo tiene claro. Antes de que me interrogara por el mío le dije que no lo tenía. No es victimismo, no me creo el ser humano más infeliz, es sólo que no recuerdo años sueltos de mi vida. Sólo registro períodos concretos o muy largos. De instantes, días o meses paso a lustros, décadas. Hubo un largo silencio que ya no nos extraña. Hemos aprendido a no preguntarnos demasiado. Mejor conservar fuerzas.





          domingo, octubre 05, 2003

 

La buena vida
Este es otro relato de sábado, el día de la semana que probablemente más cosas haga. Estoy intentando hacer siempre lo mismo, seguir un esquema. Me he dado cuenta que cuanto más esquematizo, rutinizo mis días, las horas es cuando más disfruto y menos me rayo. Acaba el día y la mayor satisfacción es cuando veo que he tachado de mi pequeña agenda todo lo que apunté por la mañana. Bueno, ese es mi plan de entresemana, el del sábado es común entre yo y c. Bueno, en realidad c lleva la voz cantante. El día se divide en tres bloques: compras y recados, trabajos de la casa y cena con amigos. Me gustaría que esto último en especial se cumpliera todo el invierno, porque en casa me espera salsa rosa y me estoy echando a perder.

Durante el desayuno apuntamos en un papel, escrupulosamente, todas las cosas que hay que hacer. Lo que pasa es que c y yo tenemos dos concepciones del tiempo completamente diferentes. Digamos que para ella aún son menos veinte y para mi ya son menos veinte. Por tanto la lista, como la hace ella, se sabe que es imposible de cumplir en su totalidad. Yo tengo mis prioridades que intento, de una manera inteligente y sibilina ?rollo convivencia agradable, es mi especialidad- superponer a las suyas. Ayer era ir a La Oca a comprarme un mueble de oficina de cajones metálico ideal, y me hice con él. Somos unos asiduos visitantes de La Oca ?antes lo eramos de museos y galerías. Nos gusta pensar que todo es compatible en nuestra contemporaneidad. La otra era ir a Sinsalaudio, la mejor tienda de discos posible, porque es verdad -aunque bueno, son un poquito sectarios- y porque es de L y es amigo, qué coño. Esa no la pude cumplir y hubo unos instantes de tensión en la pareja. Me enfadé y ella me dijo (como siempre): aún puedes ir, hay tiempo. Ni le contesté. No se puede ir a ver discos con prisas, es algo básico en mi educación.
El final de la agotadora mañana es la comida, que hemos decidido hacerla en la ciudad. También hemos decidido que sea frugal, porque estamos a régimen, pero una vez en la mesa la ansiedad puede más que la estética. Rollo compulsivo. Comimos en el Cañas y Tapas, una franquicia de ambiente pijo castizo madrileño. Decoración capitalina con pespuntes mozárabes y comida castellana: cazuelas de huevos fritos con patatas y chistorra, cervecita y tapas, y el marca, por supuesto. Me siento un poco como de Los Planetas, con esa atracción/repulsión por la prensa deportiva y ese odio sobreactuado contra el Madrid, ejemplificado esta vez en la nena Beckham.

Ya en casa viene el trabajo duro: limpiar la casa (c), y arreglo de jardín (yo). Ella lo acomete casi al llegar. Yo opto por una bien merecida siesta con la coartada de esperar a que caiga el sol -porque a mi el sol me sienta fatal. Sobre las seis me pongo a ello. Como soy tan urbanita y estoy en un estado de forma tan paupérrimo, el trabajo me resulta un reto, y una hazaña. Ayer cavé círculos alrededor de los árboles para que no crezca maleza, luego se coloca un plástico y unas cortezas super bonitas que decoran mogollón y luego pasas el cortacésped. Espero no parecer mucho Mariscal con este relato, es sabido que ya no hace nada en el estudio; se dedica a su huerto mientras sus curritos hacen cobis. Lo mío es muy agreste, me digo. También muy burgués, tan burgués, tan prototípico que me hace gracia. Lo cierto es que debería recordar lo bien que me sienta el esfuerzo físico. Mientras lo haces, estás deseando acabar. Pero al final de la jornada, cuando, después de la ducha, uno baja y ve el resultado, es uno de esos momentos de virilidad y hombría reparadores. Y hasta las agujetas te parecen de una gran altura moral.

Además, a uno le apetece vestirse mejor después de currar. Y eso hicimos, como dos pinceles, con nuestras mejores galas, salimos a por L y M. También nos vestimos mejor para atenuar la diferencia, porque L y M son jodidamente guapos. Nos dan mogollón de envidia -malsana, por supuesto. Son del tipo cualquier cosa les queda bien, pero es que encima tienen buen gusto. Qué cabrones. El último día que salimos con ellos fue noche étnica (temática, dice c). Rollo multicultural: cena en el pakistaní Taj Mahal (desde aquí mi eterna gratitud por su pollo tandoori) y luego bebidas exóticas en el nosequé pero también antiglobalización que lo flipas.
Así que ayer decidimos que sería la noche fashionista. Nos llevaron a cenar al Banzo, el sitio más Barcelona que pueda haber por aquí. Sobre todo la comida, en la decoración no estuvieron tan finos. Y allí, como quien no quiere la cosa, me dieron la gran sorpresa de que tenían un regalo de cumple para mí. Creo que es de los regalos que más me han acertado nunca. Es una camiseta fantástica de Divinas Palabras marrón con una frase que ellos dijeron: es muy contra. Dice: I´d change 15 minutes of fame for an instant of truth. Pues sí: es muy contra. Ingenua, idealista, orgullosa. Utópica.
La conversación fluyó muy bien. Ahora con ellos estamos en una etapa de reencuentro. Es inútil oponerse a los ciclos de la amistad de alejamiento/reconciliación. Son naturales. Esa es la gran lección, nos aburrimos con el contacto excesivo. Desde que entró el mundo de los blogs en nuestras vidas todo es curiosísimo porque te olvidas que la gente que te lee sigue tu vida y lo que piensas de las cosas. Y a veces te das cuenta que repites argumentos, o que saben cosas que quizás no deberían saber para tener una relación normal. También aparecen retazos de los diarios de willy y longina, y es a la vez absurda y estimulante esta doble vida. Desde luego se tiene la sensación de desnudez, de que te están realmente conociendo, lo cual puede ser bueno y peligroso.

Luego fuimos a La Fille, otro garito fashionista. Rollo indie recuperar muebles viejos mezclarlos con ikea y tal. Poca pasta y cierto gusto. Pero estaba lleno y hacía mucho calor, así que nos acercamos al Vauxhall, del mismo rollete, pero también estaba lleno. Acabamos en uno de estos de piedra tan galaicos, con dibujos aberrantes de gatos, y con una gran selección de éxitos con triunfitos, hotel glams y papichulos. Poco que ver con los otros, lo anticool desde luego. Pero estuvimos muy a gusto y no dejé de pensar en que en los otros sitios habríamos estado más incómodos. Somos de esa clase de gente cultivada a la que se le supone cierto criterio y gusto, pero no podemos reprimir mover las cabezas o los pies con los ritmos banales. Somos contradictorios. Somos de ahora.