Desde agosto de 2002



Historial médico

2003/2004
Diagnóstico
Top comments

2002/2003
Diagnóstico
Top comments


Otras voces

as túas balas
diario de genís
diario de maría pilar
efímera
el hombre intranquilo
en mi humilde opinión
indecisión metódica
indiebear
jean-sol partre
jose diego
orballo
the last dance
todonada
willy sifones


Prestige: exigimos responsabilidades



          viernes, abril 25, 2003
 
El comisario y la realidad
Esta semana ha regresado la serie probablemente mejor escrita –con el permiso de Siete Vidas- de cuantas se han hecho aquí. Si olvidamos que es obviamente un formato destinado a las masas, eminentemente comercial, en el que los riesgos son milimétricamente calculados y que por tanto esquiva cualquier temática políticamente incorrecta, o sobre la que exista la sombra de la ambigüedad en la opinión pública, convendremos en que estamos ante un producto sólido y consistente, manufacturado con mimo y respeto.
Toda valoración sobre un programa de entretenimiento de estas características hay que colocarla entre paréntesis. Evidentemente no sirve el mismo baremo que para examinar obras que, como en el cine, música o literatura menos preocupados por lo rentable, persiguen otros fines y por lo tanto hay que exigirles otras virtudes, y en otra escala.


El comisario por lo pronto es una serie densísima, quizás hasta demasiado. Se nota el empeño por hilar cada fase de la trama. En ella no hay prácticamente transiciones, ni minutos basura. Es tan minucioso su desarrollo, que suele ocurrir que se queda sin tiempo, con lo cual los desenlaces son sin discusión lo peor, apresurados e increíbles. Defecto capital para unos guiones que basan su contundencia en, precisamente, la verosimilitud. Es este aspecto el mejor tratado, y el que eleva la serie varios pies por encima de su competencia. Por debajo de los estrépitos que se le supone al género policial (violencia, persecuciones, espectáculo en una palabra) y que es la parte más tópica, mimética y chorra de cada capítulo, se nos invita a ser espectadores del día a día de una comisaría muy normal, muy nuestra, muy poco estilizada. De hecho lo que asombra es lo poco cool que es todo –y lo real por todo ello. Los despachos, las mesas, los apartamentos, las taquillas, la máquina de café, los recortes del tablón de anuncios, ¡qué recortes!, ¡a qué madero se los quitaron!. Por no hablar de la ropa que se gasta la peña. Visten realmente mal, como toca. Está tan logrado que a veces queda la duda de si es provocado, si es un presupuesto conceptual o si es fruto de un estilismo trasnochado. Mención especial en este apartado para Charly, personaje redondo desde el naming hasta los ademanes, pero especialmente el atuendo; de garrulo madrileño, de esos de vaquero ajustado, botas de punta y camisa entreabierta, cadena de oro y pecho lobo, que hace creíble hasta el aire que respira. O su pareja Pope –pocas veces se ha visto una relación de pareja de polis tan real, con unos diálogos que no parecen escritos, sino vividos- y sus vaqueros a la lejía (pero como los de antes, en la bañera de casa, no los guais de ahora) y su pinta de fumeta reconducido.
Y qué dinámicas laborales: el pijín puteado, el introvertido ultraprofesional pero quebradizo en lo privado, el concienciado ong’s –super risible-, la de recepción maruja o –magistral- la forense (científica la llaman). Y por encima de todos el jefe, el comisario, encarnado por un Tito Valverde comúnmente empachado, pero que aquí deja de lado la sobreactuación y el histrionismo y está admirablemente contenido, sin un gesto de más, como dejando el protagonismo de esta serie verdaderamente coral a sus chicos, manejando los hilos invisiblemente desde su despacho en penumbra, recto, siempre justo: pero humano, no estereotipado.


Ayer nos visitaron una pareja de policías de paisano. Durante su estancia, a ratos, no pude reprimir hablarles como lo haría la serie, hacerles el mismo tipo de preguntas y adoptar su tono detectivesco. Lo más curioso es que me pareció que ellos me seguían. Qué hiperreal es todo.




          jueves, abril 24, 2003

 
Esa clase de victorias


Mi primo canta. Primero Rita con Salsa Brava y ahora me entero de que mi primo canta. No es que se gane la vida con eso. Ni siquiera tiene aspiraciones. Lo suyo es bastante más mundano y, quizá por ello, íntimo y trascendente. Mi primo canta en los karaokes.
Hace cosa de un año al salir de una guardia entró en uno de esos locales. Olorosas moquetas, ahumados espejos y la rancia esperanza de unos minutos de gloria... eran quince ¿no?. Al principio siempre cantaba en inglés: Sinatra y, sobre todo, Elvis, pero me he dado cuenta -dice- de que a la gente lo que de verdad le gusta son los boleros, la música melódica. Mi preferido es ahora Luis Miguel.
Mi primo acude solo, no habla con nadie, ojea el libreto de canciones mientras apura su agua mineral -que no esté fría, por favor- y llegado su turno salta a la tarima y entona su perfecta victoria, de esas que resultan parcas en su apariencia, ambiguas en su significado pero absolutamente vivificantes.
El sábado pasado fui a comer a casa de mi tía y me enteré de que mi primo canta.




          martes, abril 22, 2003

 
Polaroids


Las vacaciones más deseadas en años. Se han pasado volando. Intentaré encapsularlas en unas cuantas postales.


If you want to be a rock’n’roll star
Quiero ser Chris Martin de Coldplay, ser alto y delgado y que me queden las cosas tan bien. Quiero ser el cantante de un grupo de masas algo mesiánico y afectado, tener esa voz y hacer discos bonitos y despreocupados. Quiero ser tan guapo para no preocuparme por el físico. Quiero pasear con Gwyneth Paltrow en un downtown irreal, con gorros calados y bufandas, o en camiseta y chanclas.
Quiero vivir en la foto de la contraportada de los Strokes. Ser hijo de ricos para no sentir miedo ni vergüenza. Llevar el pelo trasquilonado y sucio, y zapatillas converse destrozadas. Quiero meterme de todo y que no me afecte, llevarme bien con la gente y andar dando tumbos, y echarle morro, y no tener conciencia. Y ser egoísta, y quiero ser capaz de hacer cosas simples tan de puta madre sin pensar en la respuesta.


Lo nuestro
Pasa el tiempo y la vuelta a la casa familiar sigue siendo una experiencia… emocionalmente agotadora. Allí se encuentra, nítida, la adolescencia. Conservada como en formol, detenida. Aquello de lo que se huye a la espera, paciente, de una nueva mirada: cariñosa, comprensiva, desmitificadora, adulta. Gestos, rutinas, objetos, olores, luces emergen de la trastienda; la mano en el pomo, el rodeo a la mesilla, el servilletero. Testimonio de presencia, acta de lo vivido. De lo que nadie nos puede quitar. De lo que a nadie más pertenece.


Bowling for Columbine
De visión obligatoria para quien –aún queda alguien?- siga confiando en América. Demoledor, inteligente, graciosísimo y audaz documento de Michael Moore sobre la relación de un pueblo con las armas y la muerte, apabullante trabajo de campo con pátina de farsa que consigue edulcorar una tragedia que, lamentablemente, nos afecta a todos. Debe de ser por cosas como ésta por lo que una sociedad como la yanqui no se viene abajo. Un país capaz de macerar dardos semejantes, de generar un underground tan rico plagado de monumentos a la diferencia como South Park, los Simpsons, Daniel Clowes, Sonic Youth, Public Enemy, Don deLillo, Jim Jarmusch o Hal Hartley, con la dinámica equilibradora que ejercen, subterráneamente, bombardeando los cimientos de un sistema de valores sencillamente increíbles, sitúa en su justa medida la demonización que –todos- le estamos haciendo. Y si encima es capaz de darle un oscar y una tribuna para rajar…
Cierto (casi) que nuestra realidad nacional no da para un análisis tan corrosivo (aunque…), pero no menos cierto que aquí existe mucho menos espacio para la sátira, que nadie se atreve a decir las cosas tan alto. Así, la sensación de que nos abocamos a la mímesis de todo lo peor del american way of life sobrevoló la película. Hiperindividualismo, hiperconsumismo, hipercriminalismo, hiperprivaticionismo, hiperincomunicación. Y todo, como en El Show de Truman, narrado bajo una lente truculenta, la de la televisión, en la que siempre debe pasar algo, en la que no hay espacio para la indefinición, para la complejidad, en la que se proscribe la normalidad.

Es un orgullo contar entre nuestra especie con tipos como Michael Moore, capaz de poner en su sitio a alguien como Charlton Heston, siendo tanto o más americano que él.

Fashionista
Valencia se está poniendo bonita. No, no hablo del fallero de Calatrava y su monumentalismo de derechas, ni de Terra Mítica, la Bienal de las Artes, la Ciudad de nosequé, las grandes urbanizaciones o el robo de agua al ebro. Me refiero al Barri del Carme, casi una ciudad en sí mismo, la Valencia que preferimos. Tubo de ensayo de comportamientos sociales basados en la libertad, el hedonismo, la pretenciosidad y el compromiso en partes iguales que se está –ya era hora- catalanizando en su estética y caligrafía. Pequeños comercios de ropa, complementos, zapatos y muebles de diseño, restaurantes de autor, étnicos o raros, bares y cafés han brotado como de golpe, con naturalidad. Y han llevado a las calles las tendencias que sólo veíamos en las -odiosas- revistas trendy.
Una vez allí, el embriagamiento y el darse un gusto que nos merecíamos nos hizo comprar cosas tan innecesarias como adorables: bolsos imposibles, bermudas de camuflaje parece que nos acercan a la primavera desde el agujero mental de nuestro negro invierno gallego. Dios te salve Valencia por tu luz y por todo eso.


Gracias amigos
Por los paseos, conversaciones, comentarios, silencios, miradas y todo eso. Por ser de nuevo acicates, confidentes, interlocutores. Por estar ahí. En el alma.


   

 
Actos inexplicables


3 mensajes a la vuelta.


Una felicitación por un trabajo reciente. Se me queda cara de tonto, no recuerdo otra. Ya se sabe que en diseño el éxito consiste en que no haya reproches, pero esto ya es demasiado. Con todo, ya he pasado suficientes situaciones como para bajar la guardia ni un milímetro. Lo más cachondo de todo es lo coyuntural y azaroso del halago: exactamente el mismo trabajo podría haber generado la crítica.


Un conocido que nos decepcionó –sería recíproco, supongo- en su día nos incluye, después de dos años sin contacto, entre los destinatarios –muy pocos- de un mail circular que anuncia un acontecimiento de su intimidad.


En la sección de mensajes de este blog recibo un catálogo de una empresa llamada mundodependencia o algo así, con productos para invalideces y patologías. Quizás haya llorado demasiado en estas páginas.





          lunes, abril 07, 2003

 
Rollercoaster


Hace un mes dejamos un hábito, este de los blogs, que empezaba a condicionarnos demasiado. Lo que en su inicio era poco más que una liberación se había convertido en algo mucho mas complejo, con demasiadas capas, con demasiadas expectativas, ganas de agradar y/o polemizar y exceso de calificativos que siempre fueron sinceros pero que traían implícitos la exigencia de reciprocidad.
Abandonamos, entre otras muchas razones demasiado íntimas incluso para esta nuestra máscara impersonal, por convicción y con firmeza. Con arrebato. En fin, así somos.
Como veis, bien poco nos duran las convicciones. Aquí estamos -con la sensación de nunca habernos ido. Dispuestos a dejarnos llevar por la contradicción y presos de este extraño exhibicionismo, que tanta vergüenza como placer nos da.




   

 
Francia


Sabido es que Francia se ha erigido en –quizá junto a Alemania- la capital occidental del pensamiento. Tan antipáticos como fuera de todo alcance, no existe quien haga sombra a un país que aporta filósofos como Debord, Deleuze, Foucault, Derrida, Barthes o Ricoeur, personajes clave cuando no ejes de las últimas corrientes estéticas: el estructuralismo, la posmodernidad, el situacionismo, las teorías de género y diferencia. Que alumbra el cine moderno con la nouvelle vague, hito con toda su capacidad de sorpresa intacta y hallazgos aún no superados, vasos comunicantes a través de sus supervivientes –como Godard, Rohmer o Resnais- hasta su legión de hijos como Tavernier, Guedigian o el Dogma. O que da lecciones de contemporaneidad con su reciente escena musical, repleta de talentos en un arco que podría circular entre Daft Punk o Air hasta Experience o Programme, pasando por Yann Tiersen, Dominique A o Benjamin Biolay.


Por todo ello nuestra gratitud es eterna. Pero la lección que ha dado la sociedad francesa en estos días al mundo a propósito del ataque sobre Irak es de una talla y una madurez que debería sonrojar al resto de dirigentes –si esto fuera posible. Que más da si existen oscuros –irrebatibles- intereses económicos en su postura, no es cuestión de que seamos ingenuos con Francia, ningún estado soporta ningún análisis sobre su desvencijada estructura tardocapitalista. Lo revelador es que parecen los únicos en darse cuenta de a qué nos conduce el dejar las manos libres a Estados Unidos, parecen los únicos con cierta visión de futuro, parecen los únicos en saber con certeza que estamos a merced de un Imperio que nos devora a pasos agigantados. Que se está forjando un desequilibrio intolerable. Que parecen los únicos que piensan, coño.


Por cosas como esas hoy nuestro corazón es un poquito más tricolor.




   

 
Contradicción


Coldplay Strokes Los Planetas Nick Cave Bonnie Prince Billy L’Altra Wackie´s sampler Nacho Vegas Antònia Font Albert Pla La Habitación Roja Deluxe Siglo 21 Bulevar El Ambigú La ranchada de los paraguayos Generación OT Ainhoa Beth Manuel Carrasco Miguel Nández Tony Santos Joan Tena Mai Meneses Vega El guardián entre el centeno Lo real Cómo ser bueno Imperio No Logo El retorno de lo real Santiago Segurola Elvira Lindo El Roto Zits Marca Interviú Hoy por hoy La ventana A vivir que son dos días Javier ya no vive sólo Siete vidas El show de Flo Salsa Rosa Hotel Glamour A tu lado Kiko Daniela Cardone Miguel Temprano




   

 
Mi vida sin mí


A veces, cuando algo nos llega mucho, tenemos la capacidad de abstraernos y transportarnos dentro. Entonces, la vida real no existe. Es sólo un telón de fondo borroso. Conversaciones, canciones, películas, libros, obras, programas de tv nos anegan, inutilizándonos para los quehaceres concretos que requieren atención.


Ayer nos volvió a pasar. Pasamos de largo el desvío que nos conducía a casa
en la autopista. Tuvimos que girar en el siguiente cambio de sentido y deshacer parte del camino andado. Ya podría haber sido una señal de dos metros y fluorescente, nuestro radar estaba anulado. Reo de la emocionante pequeña película de Isabel Coixet que acabábamos de ver, tan poco singular como perfectita, familiar, bien resuelta. Una de esas obras –recuerdo la misma sensación recientemente con Fucking Amal- donde todo fluye con la naturalidad de un arroyo, armonioso, redondo. Donde lo importante radica casi más en los peligros –dado el tema- salvados que en los hallazgos, donde hasta los préstamos y deudas evidentes ayudan, aportan y quedan bien. Modestamente pretenciosa, alada, como el coro de niños cantando God only knows con imágenes de carretera. Como una vida donde fuéramos actores de reparto y no protagonistas, donde tuviéramos menos papel pero nuestro aura flotara en el resto de personajes. Como una vida sin nosotros.