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Prestige: exigimos responsabilidades



          miércoles, enero 29, 2003
 
Civismo savatino


Transcribimos a continuación, recogiendo el guante lanzado desde libro de notas, un artículo de Fernando Savater aparecido el pasado 26 de enero en el Correo Digital




Movimientos cívicos


Siempre he creído que la política es algo demasiado importante para dejarlo exclusivamente en manos de los políticos profesionales. Lo característico de una democracia es que en ella políticos somos todos, no sólo quienes -elegidos por nosotros- nos representan eventualmente durante un período de tiempo. No siempre basta con votar cada cuatro años y pagar los impuestos: a veces hay que dejarse oír, dejarse ver, debatir, comprometerse en un sentido u otro y hasta armar cierto follón. Quizá en la Confederación Helvética o paraísos semejantes el follón tenga poco sentido, pero en situaciones de emergencia, cuando la burocracia se encasquilla, nadie se enfrenta a los desastres o los criminales totalitarios encuentran complicidades institucionales... ¡bienvenido sea! Por todo ello, soy partidario de los movimientos cívicos, de salir a la calle, de discutir siempre que se pueda y de gritar cuando llega el caso. Los que nunca se cansan de decir “y eso ¿para qué sirve?” (o, aún peor: “que lo arreglen los políticos, que para eso les pagamos”) antes de haber intentado nada, nunca me tendrán de su lado.


De modo que, claro está, veo con la mayor simpatía a los revoltosos de 'Nunca Máis', que han reaccionado contra la pésima gestión gubernamental de la crisis del 'Prestige'. En cuanto mi amigo Suso de Toro solicitó mi firma para un manifiesto de apoyo, se la envié a vuelta de 'e-mail'. Su movimiento cívico me resulta tanto más fraterno cuanto que, según he visto, tropiezan con similares resistencias e interesadas suspicacias que el nuestro de 'Basta Ya' en Euskadi. ¿Cómo no sentirnos próximos a ellos, los que estamos desde hace años bregando aquí contra el galipote pegajoso y criminógeno del nacionalismo radical? Sobre todo, cuando se nos llevan prodigando desde mucho tiempo atrás las mismas acusaciones y las mismas inquisiciones que ahora padecen ellos. Supongo que un renacido Plutarco podría escribir las biografías paralelas de nuestros movimientos. Y también tendría que consignar, empero, algunas significativas diferencias entre su imagen pública y la nuestra. Veamos, a beneficio de inventario.


Primero, las similitudes. Se ha reprochado a 'Nunca Máis' ser una maniobra política disfrazada de movimiento cívico, al servicio de los intereses del BNG. Lo mismo estamos acostumbrados a oír en 'Basta Ya', aunque cambian nuestros ocultos 'patrocinadores', que pueden ser el PP, el PSOE o ambos a dos. Tanto nuestros amigos gallegos como nosotros estamos demasiado 'politizados' a juicio de algunas almas ostentosamente puras que consideran eso una peligrosa infección, como la sífilis o la hepatitis B. Incluso hay quien nos aconseja que nos quitemos la máscara de ambigüedad y optemos explícitamente por una vocación política, para que ellos se queden tranquilos. Por supuesto, unos y otros 'aumentamos la crispación' (fórmula mágica: se puede establecer un 'hit-parade' del cretinismo político de acuerdo con el número de veces que se emplee). Y luego está la supuesta turbiedad de nuestras finanzas: dicen los calumniadores que 'Nunca Máis' se apodera de los donativos destinados por la gente compasiva para aliviar las pérdidas de los pescadores gallegos y aseguran que nosotros, en 'Basta Ya', estamos financiados por el Ministerio de Interior, cuando no por la CIA. ¡Ay, qué malos somos!


Lo más divertido de todo, si uno tiene suficiente buen humor para apreciarlo, es que los tradicionales acusadores ayer de 'Basta Ya' son los más ardientes defensores hoy de 'Nunca Máis'. Por ejemplo Javier Madrazo, quien antes de nuestra manifestación por el Estatuto y la Constitución en septiembre de 2000 se sintió obligado a prevenir al público de que estaba organizada por el PP, el cual nos fletaba autobuses con derecho a bocadillo como en la época de Franco. Claro que el lema de Madrazo podría ser 'Siempre Máis' o 'Nunca Basta', a elegir. O Iñaki Anasagasti, que denunció valerosamente en una revista mexicana nuestra financiación por el Ministerio de Interior y pidió nuestra supresión para 'normalizar' Euskadi. Ahora dice de los ataques a 'Nunca Máis' que 'McCarthy no lo hubiera hecho mejor' (¡él sabrá!) y acusa al ejecutivo del PP de “poner bajo sospecha a todo aquello que no controla”. Cualquiera diría que el Ejecutivo del PNV-EA se comporta de manera diferente... Por no mencionar a Iñaki Gabilondo, incansable abogado ahora del movimiento gallego contra las calumnias que le asedian, pero defensor no menos vehemente de un tal Lapitz cuando éste nos acusó en 'Deia' a Juaristi y a mí de recibir premios de Mayor Oreja y tuvimos la osadía de protestar públicamente ante tales infundios. No sé si nuestros respectivos movimientos son muy sectarios, pero es evidente que en cualquier caso no tenemos el monopolio del sectarismo.


Sin embargo, existen ciertas diferencias que envidiamos un poco a nuestros amigos de 'Nunca Máis'. Para empezar, la buena disposición que han encontrado para apoyarles en artistas y personalidades oficiales de la izquierda. Celebramos esa justificada adhesión, pero no deja de contrastar con tantas reticencias y prudentes renuncias con las que nosotros hemos tropezado entre la misma gente. Cuando de las víctimas del chapapote se trata, nadie pregunta por su color político ni esgrime 'contenciosos' justificatorios ni les reprocha falta de 'diálogo' con los culpables de la marea negra. Todo el mundo -hasta los célebres cocineros, mejillón en ristre- se apunta sin recelo al progresismo indudable y humanista de la reivindicación. Hombre, no vamos a quitarle importancia a los daños provocados por el 'Prestige', pero tampoco los asesinatos y la ideología que los justifica o excusa son cosa de menor cuantía. Y también aquí estamos denunciando la inhibición culpable del poder en ejercicio, no menos longevo y caciquil aunque no sea del PP. Con ciertos peligros añadidos por cierto a dicha denuncia, que no me parece que haga falta detallar. No quiero suponer que tales peligros influyan para nada en la renuencia de algunos a manifestarse públicamente a nuestro favor, aunque ya es sabido que parte de cierta mentalidad progresista consiste en saber quedar siempre bien y además en todas las ocasiones estar seguro de salir con bien.


Pero, en fin, a mi viejo corazoncito ácrata lo que más le duele es que 'Nunca Máis' haya merecido que Fraga califique su propósito de 'anarquista y libertario'. ¡Los de 'Basta Ya' nunca hemos recibido tan alto elogio! Nada, pues algunos seguiremos intentándolo.








Savater, como siempre, tira por la calle de en medio. Eso se llama demagogia, y no sirve de nada. Nunca Máis y Basta Ya son tan diferentes, y responden a dos problemas tan diversos, que es un salto al vacío agruparlos bajo la misma etiqueta de movimientos cívicos. Eso es sólo marketing, y ya sabemos para qué sirve. Es –ni siquiera- como incluir en el mismo paraguas antiglobalizador a ATTAC y Tele5. O a Basta Ya y Elkarri –hay comparaciones que interesan menos. Por lo pronto, Nunca Máis -de momento- no despide ese protagonismo tan exagerado, propone otro tipo de liderazgos.


Algo hay indiscutible en su texto: resulta más “correcto” y cómodo secundar una protesta medioambiental que puramente social o política. Siendo cierto que la ira prestige no contiene sólo combustible del petrolero contaminando, que muchos otros fuegos formaron la pira que detonó la bomba en letargo, es evidente la falta de esa misma solidaridad y capacidad de manifestación por parte de medios y ciudadanos en el día a día plagado de desastres que vivimos, repleto de situaciones que germinan, a cada paso, pequeños prestiges.


Hace mucha gracia que se queje Savater de su (falta de) adeptos, y que pase lista de los ausentes. Las cosas no son casualidad (a veces) y uno tiene los enemigos que merece. Viendo la foto de El País del fin de semana, la de la primera fila de su reunión, todo se aclara un poco. No hace falta perseguir ciertas repudias para obtenerlas, basta con estar siempre del mismo lado. Como decía anto –que a veces parece otro alter ego de contra- en un comentario reciente en este blog, hay situaciones tan evidentemente condenables en Euskadi que duele mirar a quienes son sus dedos acusadores, a la supuesta alternativa, a sus portavoces. Los mismos a los que no les parecen graves otros acontecimientos. Algo rechina ante determinadas actitudes que, bajo apariencias pacificadoras, tácitamente, avivan eternamente la beligerancia.


Haría falta ver quién está alentando estas comparaciones con Nunca Máis, y a quién favorecen. De hecho este artículo es tan hábil a ese nivel que casi consigue disfrazar el hecho de que el símil no tiene otro lugar que el interesado. A quien le hace falta ese barniz progresista para seguir engrosando su target –más allá de cierta edad acomodada; o quien pertenece a la ciudadanía, a las calles, quien construye civismo a ras de suelo, mientras la inercia de las cosas no demuestre lo contrario.





          sábado, enero 11, 2003

 
Himno generacional


Una década junto a Los Planetas. Que fuerte. Una eternidad y un segundo ahora, al recordarla. Parece que fue ayer cuando en minúsculos cuartos, en casa de nuestros padres descubrimos, en vilo, Mi hermana pequeña.
Si muchos de nosotros practicamos ahí un corte en nuestra historia es quizás porque en el corazón de esa canción perfecta, inmanente, era la llamada de nuestra generación lo que nuestro radar percibía, lo que nos excitaba tanto. Era el inconfundible rumor de nuestra edad aproximándose, un irrefrenable advenimiento que comenzaba a anegar grupos, fanzines, sellos, tiendas, ropa, diseño. El viento soplaba de nuestro lado y nos empujaba a una coyuntura –económica, social, cultural- favorable, nos ofrecía lugares hasta entonces inalcanzables, nos colocaba bajo el foco, nos hacía protagonistas.
A todo aquello se le llamó indie, y si bien una descripción así puede parecer ilusoria, engrandecida por la memoria, pues su foco de acción fue sólo minoritario, underground, y no llegó a trascender más que como tendencia, como etiqueta, también es cierto que allí se colocaron ciertas bases, se establecieron algunas estructuras, se construyó una determinada reserva estética y de pensamiento que hoy ya nos parece inamovible.


Los supervivientes más famosos de todo aquello son Los Planetas.
Acaban de editar su último disco y transmiten esa solidez de quién ya está un poco de vuelta, pero en su sitio. Lo cierto es que siempre lo han estado y eso es jodido de verdad. Desde allí han escuchado todos los cantos de sirena, todos los fantasmas, todos los fuegos artificiales de esta década prodigiosa. Y no han movido ficha. Con dos cojones. El noise, la electrónica en todas sus reinvenciones, el post-rock, el hip hop, el ñoñopop o la nueva cantautoría han desfilado con vértigo ante su actitud silente, ajena, inteligente, propia.
Quizás sobrevaloremos su silencio, quizás –sin duda- no son tan buenos si nos paramos detenidamente a analizarlos, seguramente han tenido y tienen compañeros de itinerario más brillantes, más refinados, más sensibles, sin objeción más originales. Que más da. Ellos atrapan el alma de la gente. Ante eso no hay nada que objetar, sólo descender de nuestros esnobismos y prejuicios cool, y abandonarnos.


Estos días, en la hora de un quinto trabajo algo por debajo de lo deseado/esperado -pero inalcanzable para la mayoría-, hemos vuelto a caer, presos, en su tela de araña. Otra vez sujetos a la misma adicción, al mismo interés por una fórmula desde fuera igual, invariable, rutinaria, ya sin el brillo de la sorpresa o el encanto de la novedad. Será cosa de nuestros genes, nuestra savia fluyendo. Es esa tenacidad, esa misma cabezonería, esa obsesión la que destila la esencia que nos engancha. Es la presencia de lo auténtico, lo genuino, lo personal, que tiene, hoy en día, la mejor manera de hacerse patente a través de la insistencia y la reiteración.
También siempre han tenido algo de esa actitud que no tuvieron nuestros anónimos veinte años, ese estilo de vida que pudimos –en otra ciudad, en otro círculo, siempre lejos lejos, siendo sólo un poquito diferentes- haber llevado. Esa azarosidad del rock, ese lado promiscuo, yonqui y con trascendencia mediática que anida en nosotros como una fuerza en potencia. Y las palabras más exactas para describir la zozobra, la depresión, el desprecio, la rabia, el orgullo. Y el punto exacto de accesibilidad, opacidad, compromiso con uno mismo. Dándole la vuelta, que revelador resulta que hayan acabado triunfando haciendo lo de siempre. Eso significa que no han cedido.
Coge su último cd, huele a dinero invertido, a marketing. De hecho nunca han salido en los medios en los que lo han hecho con este lanzamiento. Nunca han vendido tanto. Pero escúchalo atentamente y siente un grupo, más o menos inspirado, pero entero en su andamiaje, de idéntica manera independiente que en aquel Super 8 sin apoyos.


En todas nuestras fiestas del mañana, en nuestras hipotéticas reuniones y reencuentros de amigos y excompañeros, en casas bien situadas a las que llegaremos en coches, algo fondones y faltos de pelo, casados entre nosotros y con hijos; en las que alguno de nosotros impresionará por lo bien que le ha ido y de otros nos compadeceremos secretamente. Y desearemos un poco ser los otros, como antaño. Y ya entrada la noche, el alcohol y la música nos hará confesar intimidades que intuíamos: afectos, envidias, tendencias sexuales. Allí, tras Primal Scream, Stone Roses, La Buena Vida, Chucho , Mercury Rev o Chemichal Brothers, con certeza, alguien pondrá algo de Los Planetas, y todos nos abrazaremos porque se habrá convocado nuestro espíritu.





          domingo, enero 05, 2003

 
DiNo


Llevo semanas pensando el tipo de respuesta que pueda tener este diario, pseudo analítico, político, confesional, pretencioso y terapéutico, a los acontecimientos ocurridos en Galicia con el vertido del Prestige. Pero la réplica está siendo tan abrumadoramente acertada que poco hay que aportar excepto sumarse a la construcción de esa onda expansiva.
Se me ha ocurrido recuperar unas líneas sobre Carmen Martín Gaite que escribió Belén Gopegui en su muerte y que contienen una radiografía, un vaticinio y un propósito. Se titulaban El sí de cada no, y entre ellas, hace ya dos años, quizás se encuentra el origen de un alias y de una necesidad. Y también de una enfermedad.






Ésta es la historia de los que dicen no. Carmen Martín Gaite la escribió para ellos y para ellas antes de irse. El no puede ser pequeño como un anillo o grande como la copa de un árbol. Puede ser muy difícil o sólo un poco difícil. Pero siempre os hace desaparecer, igual que las novelas, igual que las noticias. Pero hay un mundo entero de cosas que no pasan, y, aunque no lo sepamos, las cosas que no pasan, los actos que no se hacen, son las patas de madera que de verdad sujetan la mesa de un país; por eso, a veces parece que los países flotan y son muy débiles, lo parece cuando detrás de todas las cosas que sí se hacen no hay casi ninguna a la que se haya dicho no.
Carmen Martín Gaite dijo que no a muchas cosas. Lo dijo con discreción, y hay quien piensa que la discreción está reñida con las boinas de colores, pero no es cierto. La discreción, cuando se practica, pide un esfuerzo de la memoria. Carmen Martín Gaite tenía prestigio, vendía muchos libros, estudiaban su obra hispanistas de todo el planeta, era lo que muchos autores y autoras quieren llegar a ser y, sin embargo, vale la pena ponerse a pensar lo que no era. Lo que no era pudiendo serlo, lo que no era recibiendo cada día ofertas para serlo. Lo que no era, donde no estaba, en qué fiestas no se la veía, de qué premios no era jurado, qué premios pactados bajo cuerda no ganó, de qué instituciones no quiso formar parte por más que la insistieron, en qué programas de televisión no estuvo, en qué grupos mediáticos no quiso unir su figura ni su discurso, qué historias de encargo no aceptó, a qué preguntas no quiso contestar, qué favores prefirió no pedir.
Ésta es la historia de los que dicen que no. Ésta es, aunque no lo parezca, la historia más pública que existe; el no es hoy lo más público que tenemos, tal vez por ser lo único que no se cuenta. El sí se acerca a lo privado. Un personaje público como Carmen Martín Gaite produjo cientos de miles de síes privados. El sí de una dedicatoria, el sí de cada tarde leyendo uno de sus libros, el sí de la lealtad y los poemas, los artículos, las preguntas que contestaba después de dar una conferencia. "No encontraréis a Delia sino muy repartida", escribió Miguel Hernández.
No encontraréis a Carmen Martín Gaite sino muy repartida en el sí de cada uno de nosotros y nosotras, el sí del valor que nos mostrara, el sí de apoyar a autores nuevos, a una autora que escribía su primera novela dando su nombre con generosidad en las entrevistas y a los traductores cuando viajaba, el sí de las largas conversaciones sin miedo al juicio, el sí de inaugurar la biblioteca de una escuela de adultos amenazada por el Ayuntamiento, en el sí de un abrazo y un pequeño trineo de porcelana y una linterna.