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          domingo, septiembre 28, 2003
 
Panacotta, Lambrusco, Baudrillard
Comiendo en el Pasta-Café, uno de mis sitios favoritos. Está en un centro comercial que me resulta moderadamente agradable. Pequeño, circular, aún humano. Mientras leo la carta, de repente, caigo en la cuenta de que estoy muy a gusto, de que siempre estoy muy a gusto en ese lugar. Me entretengo en averiguar el porqué: miro detalladamente la decoración, las mesas, la carta, el espacio. Es todo un homenaje a la apariencia. Es un franquiciado de estos que intentan no serlo, intentan ser íntimos, relajados, slow food. En este la temática es Italia. Todo en su interior te remite, de una manera sensata, sin estridencias, al país transalpino. La carta escrita en la pared con tizas de colores sobre pizarras, botellas con asas de mimbre en gráciles composiciones, enredaderas, hierro forjado envejecido, madera oscurecida. Uno se traslada con ligereza a un pequeño local italiano, de Génova quizás, con el techo de vides, donde se gesticula con las manos, se habla a voces y todo el mundo es moreno y guapo; donde, sobre el segundo plato, un grupo de tarantellas emerge de la trastienda y la gente algo embriagada por el chianti y la albahaca les jalea con palmas. Alguno hay que se levanta y ensaya un extraño taconeo para impresionar a los turistas.

Pero no, no estamos en Italia. Estamos en nuestra ciudad, cuando acabemos bajaremos al parking y cogeremos el coche hacia casa. Estamos comiendo en un decorado, en una ficción italiana. Donde todo es como de pasta de papel; una falla. Donde todo es, de alguna manera, internacional, no local. Todo es un como si, un simulacro. A principio de los 80, Baudrillard pergeñó su famoso libro-diagnóstico Cultura y Simulacro. Han pasado 20 años y ya se nos hace difícil esa separación. Acaso no es ya la cultura, en su extensión, simulacro? Acaso hay algo, en algún lugar, que remita a un origen, que sea, no que sea un como si fuera? No es la palabra original -relativa al origen- la más anacrónica que existe?

A Amancio Ortega, el dueño de Inditex, se le ofreció en una ocasión ser parte, junto con el resto de grandes marcas, de un holding de moda gallega, con presencia en todo el mundo. Él, amablemente, declinó la oferta argumentando que él no vendía el concepto ropa gallega. Que él vendía la ilusión de que la gente de cada país pensara que su ropa estaba hecha para ellos, que reflejaba sus gustos, sus anhelos.

Qué difícil es sentirse inadaptado en Zara o Pull&Bear. Qué difícil no estar cómodo en el Pasta-Café. Qué bien nos conocen cierta gente.




          miércoles, septiembre 24, 2003

 
Common people
La más puta no es cool porque:
Va a tener un hijo/a
Está ilusionado
Dice lo que piensa
Habla
Es vulnerable-es humano
Es pesado
Intenta que las cosas mejoren
Lucha
Llora
Tiene fe
No sabe si tiene fe
Duda
Dice que le ha gustado el concierto o la película que acaba de ver
Opina de política
Es él el que llama
Salta en un concierto
Disfruta de la comida
Disfruta

Contra no es cool porque:
Tiene un hijo
Es demasiado sentimental
Escribe
Tiene miedo de la tecnología
Tiene miedo de lo nuevo
Es demasiado negativo
Habla personalmente
Recuerda lo que le han dicho
Es demasiado orgulloso
Se quema
No acaba de encajar
No acaba de vestir bien
No es encantador en persona
Es brillante a posteriori

C no es cool porque:
Es buena
No es interesada
Habla de verdad
Sus obras tienen algo
Sus obras no acaban de ser aparentes
Es heterosexual
Está casada
Sus piezas no se basan en el formato
No acaba de salir en el neo2
Habla de menos en las reuniones
Es prudente
Es sutil
Se hace de menos
No se sabe vender
Su modestia le hace pasar por tonta
No es cínica


   

 
El principio de la incertidumbre
Manoel de Oliveira. 90 y pico años. Forever young. Qué tío más elegante rodando, tomando decisiones. Todo en sus películas respira inteligencia, a veces demasiada. Mejor así. ¿Para qué entenderlo todo?.
El lunes ví esta fábula ética, sumergiéndome en ella con la pureza de sus imágenes del agua, del Duero, desde el tren. Como en los cuentos morales de Rohmer –otro viejecito insobornable- hay a la vez naturalismo y autoría. Hay ese punto tan jodido de franqueza y distancia. Los personajes hablan de una manera tan claramente irreal que sería sencillo caer en las miserias del teatro, en lo hueco. Pero consigue que te deje de importar. Y tiene planos de una clase inalcanzable. Estira el tempo, lo parcela, entra, sale, aguanta la secuencia un punto más de lo lógico. Out of time.


   

 

La jerarquía del crimen

Asistimos estos días al linchamiento de Julio Medem por la temática de su nueva película. Se trata de "La pelota vasca, la piel contra la piedra", un documental en el que se aborda la problemática del nacionalismo vasco y sus ramificaciones abertzales. Ignoro el resultado de la misma, me gustaría que fuera todo lo buena que su necesidad -acuciante- requiere. Reconozco que admiro tanto como temo a Medem. En cualquier caso, y hasta en sus momentos más ridículos, tiene poco rival. Posee un universo, y eso ya es bastante. Me sorprende que haya elegido desprenderse de él, de toda su, subrayada hasta el paroxismo, poética para elegir el formato documento. Para dejar hablar al resto.
Antes de transcribir sus palabras -intachables- me gustaría recordar algo obvio: todos los crímenes tienen la misma categoría, aunque algunos sean perseguidos como amenazas y otros formen la base, el corazón de nuestra política y nuestro sistema de bienestar. Hay un reguero de cadáveres -invisibles- bajo cada camisa azul celeste.


"En el año 1996, dejé Euskadi y me fui a vivir a Madrid (...) alejarme de mi tierra me supuso una liberación; realmente había llegado a sentirme aplastado por las ideas y las personas que, con esa dignidad tan tozuda y vieja, vienen garantizando que el conflicto vasco se perpetúe".

"Tras un largo periodo en el que confieso que me distancié, sobre todo políticamente, de lo vasco, el auge del nacionalismo ultraespañol de Aznar, que se ha ido haciendo insoportable en su confrontación totalitaria contra el nacionalismo vasco, hizo que, después de 'Lucía y el sexo', decidiera volver a intentar escribir algo mínimamente justo acerca del conflicto vasco. Lo primero que me propuse fue no odiar, y pensé que si lo conseguía, esa sería la mejor idealización del odio".

"En la campaña electoral de las elecciones vascas del 13 de mayo de 2001 asistí horrorizado al espectáculo de la calumnia, la mentira y el linchamiento contra el nacionalismo vasco, estrategia populista del Gobierno español, a la que también se apuntó el PSOE (y así ya la práctica totalidad de los medios de comunicación de Madrid), rompiendo y reduciendo las opciones políticas en el País Vasco a dos bandos, a dos frentes nacionales irreconciliables".

"La mayoría de los vascos no confundimos nacionalismo con terrorismo, pero cuando uno viaja por España percibe que cada vez más cantidad de españoles así lo perciben".

"Todos los documentales que he visto últimamente sobre el conflicto vasco (en algunos hasta se dice que no hay conflicto) tratan de las víctimas del terrorismo. Diré enseguida, para que no haya malentendidos (o como vacuna para esa plaga de fabricadores de malentendidos), que esta situación de falta de libertad y vida en amenaza de muerte me parece el peor y más acuciante de los problemas, pero que no es el único. Después del devastador problema moral de la violencia, existe un grave y crónico trastorno de origen político que en los últimos años ha desembocado en la actual guerra (política) entre los Gobiernos español y vasco".

"Quiero dejar claro también que la gravísima situación personal de las víctimas y los amenazados hace brotar en mí toda mi solidaridad, incondicional desde el punto de vista humano, pero esto no incluye necesariamente mi identificación ideológica, sobre todo cuando contemplo (con horror) cómo algunos son manipulados y utilizados políticamente; el PP ha hecho de esto su especialidad ya que es su gran filón de votos en España".

"He de reconocer que mi búsqueda personal del no odio me resulta (ante mi mismo) frívola si la comparo con la situación de todas aquellas personas que tienen motivos profundos para odiar; me refiero a los que sufren en propia carne y alma la violencia relacionada con el conflicto vasco (de uno y otro lado). En general, ellos y sus fundados odios merecen todo mi respeto, a excepción de algunos casos particulares, ciertos ególatras y peligrosos misioneros del odio".

"Como vasco que vivo en Madrid he echado en falta en los medios de comunicación del Estado (prácticamente en todos) otras voces sobre el problema moral y político de mi tierra, me refiero a los matices, a toda esa gama de colores que (en el fondo todos sabemos que) hay entre el blanco y el negro. Es profundamente injusto y peligrosísimo el plantear desde el poder este programa de reduccionismo político encaminado a crear adeptos a través de la confusión social, denominado "pensamiento único" y basado en que "si no estás conmigo estás contra mí".

"Ojalá al espectador de esta película se le muevan las ideas como a mi, sintiendo que hacía falta, digamos, remover lo estancado. Hay mucho fango en este tema".

"He de lamentar que a partir de la segunda semana de rodaje surgieran las primeras dificultades y hasta negativas a participar por parte de personas pertenecientes a las dos corrientes o sectores en donde pueden situarse los extremos del conflicto vasco. Así, por parte del PP recibimos una negativa tajante a que cualquiera de sus miembros participara en la película. Desde la productora se les estuvo insistiendo durante más de cuatro meses a través de infinidad de llamadas telefónicas (hay constancia), garantizándoles sitio y respeto a su opinión, pero fue inútil. Lamento especialmente que tres personas, para mi fundamentales, negaran su participación, como son Fernando Savater, Jon Juaristi y Cristina Cuesta (del Colectivo de Víctimas del Terrorismo).
Evidentemente este ha sido el gran problema con el que me he tenido que enfrentar a la hora de montar el documental; intentar no perder el espíritu inicial de mostrar la mayor diversidad posible de ideas como base para proponer el diálogo".

"Tras pasar por una fase angustiosa en la que pensaba que las ausencias iban a arruinarme la película (estoy convencido de que en algunos casos ese ha sido su objetivo: no estar para poder tachar de incompleto el resultado), decidí volcarme en el resto, en los que sí están, y valorar especialmente su decisión de estar. Me vi entonces lanzándome con ellos al aire de un barranco, a ese gran hueco que queda entre el entorno de ETA y el Gobierno de Madrid".






          jueves, septiembre 18, 2003

 
La familia indie
Acaba de reeditarse "Un soplo en el corazón". Casi una década tras su publicación, pasa por ser el mejor disco del pop nacional desde entonces. Hay una rara unanimidad entre crítica y público especializado, cuando hay que hacer recuentos, listas, clasificaciones, todas las miradas vuelven a Family. Quizás porque este álbum marcó y de alguna manera definió una determinada manera de ser, de comportarse, de vestir. Vulnerabilidad, resistencia a crecer, esnobismo, amaneramiento, melancolía: el paradigma indie. No en vano su canción estrella, "Viaje a los sueños polares", dio título al programa radiofónico que, junto a la revista Spiral y la sala Maravillas, forjaron el caldo de cultivo que desembocó en el holding Benicàssim, en el hoy mastodóntico FIB, por entonces semilla minoritaria.

Que este álbum sea un hito es indiscutible, pero debe este privilegio al hecho de aparecer en el momento justo, a la habilidad de dar en el clavo con el sonido que la gente esperaba. Recordemos que en aquellos años lo que se llevaba era el noise y el grunge, con el sonido donosti como islote acústico. Pero Family tradujo esa bruma de San Sebastián y la convirtió en una especie de New Order lluviosos. La combinación bajo rítmico y riff de guitarra desnuda se apoyó en el hallazgo de unos ritmos programados que la sensibilidad general ya estaba dispuesta a asumir como dignos. No hay que olvidar que hasta los noventa la música de baile, el tecnopop y los sintetizadores estaban proscritos en este país, eran sinónimos de horterismo no depositarios de autenticidad, del beneplácito otorgado a las guitarras.
También debe su carácter icónico al hecho de que nunca se supo demasiado de ellos. No grabaron nada más, no hubo entrevistas, conciertos. Un disco y carpetazo. La mejor manera de acabar para un proyecto así, desde luego. Seguramente futuros trabajos, al perder su condición coyuntural, los habrían puesto en su sitio. Ellos fueron listos.

Y al atractivo que generaba un Javier Aramburu que, como diseñador gráfico, definió con precisión milimétrica, desde sus cubiertas de cd, carteles e ilustraciones, el movimiento. Introduciendo, y adelantándose, aquí, una vez más, las corrientes estéticas que, con la irrupción sísmica del macintosh, desarrollaron una nueva manera de hacer. Adiós al letraset. En aquellos tiempos su instinto de grafista fue demoledor. Grandes portadas para Los Planetas, Le Mans, La Buena Vida, Family que le convirtieron en el cronista, el narrador -como lo fue después Jordi Labanda- de una época. Qué decir: nosotros, todos los que empezamos por entonces, lo adoramos. Mi primer ejercicio de freehand fue la portada de Super 8. Pero lo que no es admisible con su trabajo posterior es el papanatismo, la acrítica. No he visto jamás una referencia negativa a sus portadas. Y mira que, siendo buenos chicos, lo podríamos tachar de irregular. Porque siendo malos, sería conveniente decir que ha perdido el rumbo y su ojo clínico en demasiadas ocasiones. Es especialmente desastrosa su trayectoria gráfica junto a Los Planetas. Excepto su primera portada -la de Super 8, perfecta- ha ido acumulando desastre tras otro hasta desembocar en unos últimos trabajos de una megalomanía y torpeza indescriptibles.

He vuelto a escucharlo estos días. He intentado de nuevo meterme en él. Me encantaría. Ponerle peros a este disco me hace sentir insociable, quisquilloso, resabidillo. Pero toda la cadena de superlativos que ha generado enciende mi exigencia. Sólo desde una perspectiva nacional alcanzaría a merecerlos, y ni mucho menos todos. Que Family nos parezcan tan buenos, una cota irrepetible no deja de ser la constatación del pésimo nivel de nuestra música y nuestra escena. Hablemos claro: discos como el de Family los hay a patadas, incluso en su mismo género. Pero no aquí, desde luego. Su senda ha acentuado la ñoñería olvidando cierto hieratismo y sequedad, cierta distancia indispensable en un estilo de música exacerbadamente sentimental. No es extraño que, escuchando cada discípulo suyo, cada émulo -salvo quizás los extintos Dar Ful Ful- el recuerdo del grupo de Javier Aramburu siga agigantándose en el tiempo.
He vuelto a sentir lo mismo que siempre, la sensación de estar ante un trabajo en apariencia redondo, donde todo parece encajado, medido (estamos hablando de un diseñador), que disimula bien sus préstamos y logra comunicar de golpe, como un disparo, a la primera. Que tiene momentos de una habilidad -que no naturalidad- incontestables, singles que tracienden cualquier ismo y se elevan y se escucharán siempre, clásicos. Pero también he vuelto a no conectar con esos textos, ese universo escapista, ese lenguaje plagado de referencias a colores, ensimismamientos pijos y trufado de palabras como plata, limón, espiral, cohete, motocicleta, nadadora, polar que en los momentos afortunados -escasísimos- es encantadoramente naif, pero que en conjunto resulta cargante, infantiloide y demasiado tontito. No se trata de reclamar cargas de profundidad, de literatura, de opacidad. Siempre que se critica este tipo de ingenuidad -tan construida, por otra parte- uno parece un aguafiestas, de estos que no se saben divertir, que sólo degustan cosas serias. Es sólo que a veces pretender sencillez es antinatural, que las palabras bonitas si hay demasiadas son cursis. Que lo inocente, lo inmaculado nos resulta demasiado abstracto y nuestro mundo, ni siquiera entonces, estuvo pintado de plata.




          viernes, septiembre 12, 2003

 
34
El martes fue mi cumpleaños. La noche anterior había visto Dolls, de Takeshi Kitano, y me había gustado bastante, incluida la provocación de los mendigos vestidos de Yohji Yamamoto. Con ese estilizado recuerdo me había ido a la cama, y con la certeza de que al día siguiente tendría sorpresas, porque estos días están por casa mis padres, y mi madre no se olvida ni una celebración. Es todo lo contrario que yo. Pues eso, que me desperté a la bonita hora de las 5, cortesía de m, y ya no hubo manera de dormir. A las siete, hartos de hacer tiempo, me dieron los regalos. Unas zapatillas deportivas super fashion, que no digo la marca porque las voy a cambiar por otras del mismo rollo, de estas que hacen las veces de zapatos y son lo más en plan urbano, sobre todo en mi profesión, porque un diseñata no puede ir a una reunión ya con unos camper, tiene que llevar un rollo casual wear, o bobo o nosequé, pero lo último. Todo esto con una actitud nada victim sino con la naturalidad de quien va en chándal. También un porta cedés de metacrilato transparente en forma de cruz de Hábitat, la tienda que se creó para gente como nosotros (hay alguien que piensa ahí arriba). Muy bonito. Ideal. Aunque sólo caben 75 cds, no sé si seleccionarlos o poner los primeros que vea, porque van a estar súper visibles para las visitas. En el lugar preferente del salón. El epicentro. Al lado de la tele. Son el tipo de cosas que nos sorben el seso. Luego vino el desayuno -copioso- a base de cruasanes y una especie de magdalenas que ví en alcampo y pillé con la coartada de la onomástica. Las ví y me acordé de que de pequeño me parecían ovnis, y también saturno con su anillo, son como óvalos, sin papel ni nada, con una montañita en el medio. Es una de las constantes regresiones que tengo desde hace un tiempo. Constantemente hay cosas o situaciones o lugares que me recuerdan detalles del pasado, de la niñez, de la adolescencia, en plan dejà vu, sin coherencia entre las partes, muy muy absurdo. A veces me asusto. Son imágenes tan vivas como las reales y con un grado de definición casi superior a cuando las viví. También sueño demasiado, y también en ese rollo hiperreal. En fin, es evidente que estoy algo desequilibrado.
Luego hubo que ir a currar un poquito, a hacer anuncios de coches; los adapto al modulaje de la prensa local, les pongo la dirección de los concesionarios -rollo súper creativo-. Cuando acabé, pasé a recoger a mis padres y a m y nos fuimos a Pontevedra. Recogimos a c, que había ido a la delegación a solucionar cosillas, y nos piramos a comer a Combarro, uno de nuestros sitios favoritos. Allí hemos llevado a todas nuestras visitas y hemos quedado como reyes. Es una villa pesquera como de juguete, toda empedrada y repleta de hórreos a la orilla de la ría. Es donde se hacen muchas de las postales de galicia para guiris. Siempre comíamos en un sitio así medio guarrete en plan cena hooligan (vino de la casa al mogollón, pulpo, tortilla de patatas, pimientos de padrón, empanada, calamares). Allí surgió la célebre encuesta de la más puta sobre qué eramos: minimal o decons. Según él, la gente tenía un componente minimal y uno decons, porque esas son las dos claves del pensamiento y la filosofía de hoy. El juego trataba de que cada uno, en plan confesión, dijera su porcentaje. J, el hermano de c, declaró, con excesiva osadía, que él era 80% minimal y 20 decons. El resto se debatió en una horquilla más ajustada. Nadie se definió más decons. Me gustaría saber el grado en que hoy, tres o cuatro años después, se modificarían esos prototipos. Lo deconstructivo se ha apoderado de todo, se ha pasado del menos es más al cuánto más rayante, mejor queda. Sign of the times. Pero el martes opté, en plan machito, por invitar al sitio pijo de combarro, que cuesta el triple más que nada por las mesas, las sillas, los camatas y la vajilla. Bueno, la comida también es un poquito más french. Cosas tipo ensalada de lacón o pimientos rellenos de bonito. Lo típico.
A la salida vimos un cisne, bateas y volvimos para casa. A la altura de Poio c recibió un sms de m, la novia de j, deseándome lo mejor. Se me olvidaba que por la mañana me había felicitado mi hermano, con el que no pude hablar de las paridas normales entre él y yo (fútbol, caspa de tv) porque estaba currando con lo de los coches. Al llegar a casa nos separamos, las mujeres se fueron con el niño a casa de la otra abuela y los hombres a lo nuestro, a la siesta, costumbre a la que ha consagrado la vida mi padre y yo sigo con -algo menos integrista- devoción. Al despertar vi un rato aquí hay tomate, mi programa favorito de ahora mismo, heredero de la mala leche de caiga quien caiga, el espacio paradójicamente más crítico de la tele actual. Triste pero cierto. Con un Jorge Javier Vázquez en vena, ampliando su registro de dardos, quitándose la mordaza de su etapa con la buen rollito Quintana. Aprende Boris, eso es sarna. Luego me levanté y fui al estudio, donde me puse con el dossier de mi cliente favorito, a. Cuando lo vimos el otro día, en sucio, todo junto, me dijo: joder, parece de verdad. Y yo le dije: sí, parecemos de verdad. Ese tener los pies en el suelo me encanta. Ese ver que en el fondo todo es un juego. Me encanta la gente que no se da importancia. Rollo subliminal, está ahí, no hace falta chillarlo. No somos tontos. Escuchando a Bonnie Prince Billy (fundamental) y Postal Service (delicioso), a lo tonto, se me hicieron las diez de la noche y aún estaba dale que te pego con el cuter y el spray mount. Creo que ha quedado bastante bien, son cuatro años de curro, me molaría seguir con él otros tantos y acabar teniendo un tocho en plan ladrillo, de estos que dejas encima de la mesa y ya no hace falta ni abrirlo. Tipo el airports de Fischli&Weiss.
Ah, a la vuelta de la comida tenía un mensaje de la más puta en el que me decía que este lunes que viene deja de serlo, porque se cambia de curro al fin. Que tengas suerte, tronco. Cámbiate de nick, pero no me faltes al blog, que se me muere.
Y bueno, a esa hora vinieron mi cuñado y su novia y me regalaron un libro que me hizo cantidad de ilusión, es una recopilación de Taschen de los diseñatas del siglo 21, o sea los más ahora. Luego lo ves detenidamente y pasa como el de arte y arquitectura, que también los tengo, que hay ausencias inexplicables y presencias bochornosas, y te gustan de verdad 6 cosas y media, pero como documento sociológico no tienen precio. Bromeamos mogollón sobre porqué yo no estaba en el libro y tal (menos mal que ya sé que nunca seré famoso, que sino me darían rabia estas pullas). Se quedaron a cenar, una ensalada de pasta riquísima, con palmitos, aguacate, queso blanco, albahaca, que hizo c, y luego nos apalancamos en los sofás en plan parejitas, un rollo un poco babosete, desde luego. Nos acostamos felices, dormí bien y a la mañana siguiente decidí que escribiría esto imitando el incomparable estilo del diario de nacho canut.